El Arcoíris de Carolina



Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de colores, una niña llamada Carolina. Ella tenía una gran curiosidad por el mundo que la rodeaba y un amor especial por el cielo. Su habitación estaba llena de dibujos de nubes, estrellas y, por supuesto, arcoíris. Siempre soñaba con ver uno que, según su papá, era el puente a un mundo mágico.

Un domingo soleado, Carolina se encontraba en el jardín de su casa, jugando con su papá, cuando de repente el cielo se oscureció.

"¡Mirá, papá!" - exclamó Carolina, señalando al cielo.

"Sí, parece que se viene una lluvia, pero así es como se crean los arcoíris, ¡qué emocionante!" - respondió su papá sonriendo.

Después de un rato, las primeras gotas comenzaron a caer, y Carolina, llena de alegría, corrió a buscar su paraguas de colores. A medida que la lluvia se hacía más intensa, empezó a escuchar un suave murmullo, como un canto lejano.

"¿Papá, escuchaste eso?" - preguntó intrigada Carolina.

"Creo que son las hadas que han salido a jugar con la lluvia, cariño. Dicen que les encanta el agua." - contestó su papá con una sonrisa traviesa.

Con cada gota que caía, el canto se volvía más fuerte, hasta que, de repente, un hermoso arcoíris apareció en el cielo. Carolina no podía contener su emoción.

"¡Mirá, papá! El arcoíris está aquí!" - gritó brincando.

"Vamos a ver si podemos encontrar el final, tal vez allí haya un tesoro mágico." - propuso su papá con picardía.

Carolina no dudó en seguir a su papá. Juntos comenzaron a correr en la dirección del arcoíris. Mientras avanzaban, empezaron a notar cosas extraordinarias: flores que parecían brillar, mariposas de colores que danzaban alrededor de ellos y un viento suave que les daba la sensación de levitar.

"¡Esto es increíble!" - exclamó Carolina, mientras intentaba atrapar a una mariposa azul que pasaba volando.

"Sí, cariño, aquí parece que todo es posible cuando crees en la magia." - le respondió su papá.

De repente, ante ellos, apareció un pequeño grupo de hadas que lucían impresionantes, brillando con luz propia. Una de ellas, con alas doradas, se acercó volando.

"Hola, Carolina. ¡Bienvenida a nuestro mundo!" - dijo la hada.

"¿Yo...? ¿En el mundo de las hadas?" - Carolina se sorprendió, incapaz de creer lo que veía.

"Sí, escuchamos tu risa y vinimos a conocerte. Aquí somos guardianas de los arcoíris, y necesitamos tu ayuda." - explicó la hada.

"¿Ayudar? ¿Cómo puedo ayudar?" - preguntó Carolina con entusiasmo.

"Los colores de este arcoíris se están desvaneciendo. Solo una niña llena de alegría, como tú, puede restaurarlos. Necesitamos que nos digas qué colores son los que te hacen feliz."

Carolina pensó por un momento y luego comenzó a hablar.

"El rojo me da energía y calidez, el naranja me recuerda a la creatividad, el amarillo a la alegría del sol, el verde a la naturaleza, el azul a la calma del cielo y el violeta a la magia y los sueños."

Las hadas sonrieron, guardando cada color en pequeñas bolsitas de luz.

"Ahora, conjuraremos una melodía mágica que combinará todos esos colores en el arcoíris, pero necesitamos que cantes con nosotras." - invitaron las hadas.

Carolina temblaba de emoción y, con su papá a su lado, comenzaron a cantar una canción alegre. A medida que hacían eco de sus voces, el arcoíris recobró su fuerza, y los colores comenzaron a brillar intensamente.

"¡Lo estamos logrando! ¡Mirá el arcoíris!" - gritó Carolina llena de alegría.

Finalmente, luego de unos minutos mágicos, el arcoíris se completó, y un nuevo brillo llenó el cielo. Las hadas, agradecidas, comenzaron a danzar alrededor de Carolina y su papá.

"Gracias, Carolina. Gracias a ti, el arcoíris volverá a traer alegría a todos los que lo vean." - dijo la hada dorada antes de volar hacia el cielo.

Carolina y su papá miraban al cielo, ahora repleto de colores vibrantes, y comprendieron que, a veces, la alegría y la magia simplemente estaban a un paso de distancia, esperando ser encontradas.

En ese instante, Carolina entendió que el verdadero tesoro era la conexión con su padre y la capacidad de soñar y creer en lo extraordinario. Con el arcoíris brillando detrás de ellos, regresaron a casa, sabiendo que juntos podían lograr maravillas.

FIN.

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