El arcoíris de la amistad


Había una vez en una caja de colores, un grupo de lapices muy especiales. Había un lápiz rojo apasionado, un lápiz azul tranquilo, un lápiz verde creativo y un lápiz amarillo alegre.

Todos eran amigos y se llevaban muy bien, pero en esa misma caja también vivía un lapicito negro llamado Carbón. Carbón era diferente a los demás lapices. Siempre estaba molesto y buscaba cualquier excusa para hacer sentir mal a los otros.

Constantemente se burlaba de ellos por ser diferentes y les decía cosas hirientes. Un día, mientras los demás lapices estaban dibujando hermosos paisajes, Carbón decidió intervenir y comenzó a borrar todo con su punta afilada.

"¿Qué creen que están haciendo? Sus dibujos son horribles", les dijo con tono despectivo. Los otros lapices se sintieron tristes y desanimados por las palabras de Carbón, pero decidieron no rendirse. Juntos idearon un plan para detener el bullying de Carbón y enseñarle una lección importante.

"¡Amigos! ¡Debemos demostrarle a Carbón que juntos somos más fuertes!", exclamó el lápiz rojo con determinación. Así fue como los cuatro amigos se pusieron manos a la obra.

El lápiz rojo dibujó un corazón lleno de amor, el lápiz azul trazó olas tranquilas, el lápiz verde creó árboles frondosos y el lápiz amarillo iluminó todo con su brillo especial. Cuando Carbón vio lo que habían hecho sus compañeros, algo dentro de él cambió.

Por primera vez en mucho tiempo sintió algo distinto: arrepentimiento. Se acercó tímidamente al grupo de lapices y les pidió disculpas por su comportamiento cruel. "Lo siento mucho por haberlos lastimado.

No tenía derecho a tratarnos así", dijo Carbón con la voz temblorosa. Los otros lapices lo miraron con comprensión y decidieron darle una oportunidad para cambiar. Juntos aprendieron que la diversidad es lo que hace único a cada uno y que todos merecen respeto sin importar sus diferencias.

Desde ese día, Carbón se convirtió en parte inseparable del grupo de amigos coloridos y juntos crearon obras maravillosas llenas de alegría y armonía.

Y así, en aquella caja de colores, reinó la amistad verdadera entre los lapices que supieron superar las adversidades gracias al poder del trabajo en equipo y la empatía hacia los demás.

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