El arcoíris de la felicidad


Había una vez un grupo de niños que vivían en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Siempre estaban buscando aventuras y cosas nuevas para descubrir.

Un día, mientras jugaban en el parque, vieron algo mágico en el cielo: ¡un arcoiris! Los ojos de los niños se iluminaron al ver esos colores tan brillantes y hermosos. Se preguntaban cómo sería caminar sobre él y tocarlo con sus manos pequeñas.

Lucas, el niño más valiente del grupo, decidió que debían encontrar la forma de llegar hasta el arcoiris. Los demás niños lo miraron con asombro y emoción. -¡Vamos a buscar una manera! -dijo Lucas emocionado-. Debemos subir a la montaña más alta para estar cerca del arcoiris.

Todos los niños estuvieron de acuerdo y comenzaron a caminar hacia la montaña. Durante el camino, se encontraron con obstáculos como ríos caudalosos y árboles altos. Pero no se rindieron; siguieron adelante con determinación.

Finalmente, llegaron a la cima de la montaña y contemplaron maravillados cómo el arcoiris estaba justo enfrente suyo. Parecía estar tan cerca que podían tocarlo.

De repente, un fuerte viento sopló desde abajo y los niños fueron arrastrados hacia el borde de la montaña. Todos gritaron asustados mientras intentaban aferrarse a cualquier cosa para no caerse. En ese momento, apareció un hada mágica llamada Luna que había estado observando su valentía desde lejos.

-¡No tengan miedo, niños! -dijo Luna con una voz suave pero firme-. Yo los ayudaré a llegar hasta el arcoiris. El hada tomó a cada niño de la mano y los envolvió en un capullo de luz.

En cuestión de segundos, estaban flotando en el aire, volando hacia el arcoiris. Los niños se sintieron emocionados y felices mientras volaban por encima del mundo. El viento soplaba suavemente en sus rostros y podían ver cómo las nubes formaban figuras divertidas.

Finalmente, llegaron al final del arcoiris y se encontraron con un gran tesoro: una caja llena de sonrisas brillantes y risas contagiosas. -¡Este es nuestro premio por ser tan valientes! -exclamó Lucas emocionado. Los niños abrieron la caja y las sonrisas salieron volando por todas partes.

Se reían sin parar mientras las atrapaban entre sus manos. Era como si la alegría se hubiera vuelto tangible. Después de jugar con las sonrisas durante un rato, los niños decidieron que era hora de regresar a casa.

El hada Luna los llevó de vuelta a la montaña donde habían empezado su aventura. -Recuerden siempre que tienen el poder para encontrar la alegría dondequiera que vayan -dijo Luna antes de desaparecer en un destello dorado.

Los niños asintieron con entusiasmo y comenzaron a bajar la montaña juntos, llevando consigo las sonrisas que habían encontrado en el arcoiris. Desde ese día, los niños siempre recordaron lo importante que era buscar momentos de felicidad en sus vidas.

Sabían que, al igual que el arcoiris, la alegría estaba siempre presente aunque no pudieran verla.

Y así, con corazones llenos de sonrisas y risas, los niños siguieron explorando el mundo y compartiendo su luz con todos los que encontraban en su camino.

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