El arcoiris de los deseos



En un mágico lugar donde elatardecer pintaba el cielo de colores brillantes, los niños se reunían en un espacio llamado El Globo Terráqueo Infantil. Era un lugar sin fronteras donde los pequeños podían saltar de una nube a otra y jugar en los prados de flores que jamás marchitaban. Cada uno de los niños tenía la habilidad de deslizarse por un arcoiris resplandeciente y así llegar a cualquier rincón de su maravilloso mundo.

Los niños tenían tres palabras mágicas: —"Queremos" , —"Vuelve"  y —"Milagro" . Esas palabras podían transformar su realidad, y juntos habían decidido utilizarlas para hacer sus días aún más divertidos. Pero un día, cuando se despertaron al amanecer, notaron que el aire estaba extraño. Los adultos, esos seres que les brindaban cariño y protección, habían desaparecido como si se los hubiera llevado el viento.

"¿Dónde están los grandes?" - preguntó Sofía, una niña de cabellos rizados.

"No lo sé, pero debemos encontrarlos" - respondió Julián, con su gorra puesta hacia atrás.

Los niños se miraron entre sí, llenos de preocupación.

"Quizás podemos usar nuestras palabras mágicas" - sugirió Bea, la más pequeña del grupo.

Finalmente, decidieron que debían realizar una travesía hacia el corazón del arcoiris, donde se decía que los deseos se cumplían. Para ello se embarcaron en una nube multicolor, volando alto entre las estrellas.

Mientras avanzaban, Sofía, Julián y Bea pensaron que cuanto más alto llegaran, más cerca estarían de encontrar a los adultos. Al cruzar la primera curva del arcoiris, se encontraron con un bosque de caramelos.

"¡Miren!" - exclamó Julián, sorprendido. "Es como un sueño"

"Pero no podemos perder tiempo. Debemos encontrar a los grandes" - dijo Sofía.

A pesar de las tentaciones, no se detuvieron y continuaron su camino. Al llegar a la mitad del arcoiris, encontraron a un anciano de barba blanca que estaba sentado frente a una mesa llena de juguetes.

"Hola, niños. ¿Qué los trae por aquí?" - preguntó el anciano con una voz suave.

"Hemos perdido a los adultos, y necesitamos que vuelvan. Por favor, ayúdanos" - dijo Bea, con los ojos brillantes de esperanza.

"Utilicen sus palabras mágicas" - les respondió el anciano.

Los niños se miraron y juntas gritaron: "¡Queremos que vuelvan!" Pero nada sucedió. El anciano sonrió, como si les estuviera dando un mensaje encriptado.

"A veces, los deseos deben venir desde el corazón, no solo de las palabras" - dijo el anciano.

Desconcertados, los niños se sentaron en la mesa del anciano. Mientras recorrían la mesa, se dieron cuenta de algunos juguetes eran de los adultos que habían desaparecido.

"¿Recuerdan esos momentos divertidos que pasamos juntos?" - preguntó Sofía.

"Sí, como cuando papá me enseñó a andar en bicicleta" - dijo Julián.

"O cuando mamá cocinó esos deliciosos cupcakes" - agregó Bea, emocionada.

De esa manera, los niños comenzaron a recordar lo que los hacía felices con los adultos. En medio de sus recuerdos, el anciano los animó a plasmar esos momentos en un mágico mural en la pared de su mundo.

Con ayuda del anciano, pintaron cada instante hermoso, cada risa y cada abrazo. Al finalizar, el mural brillaba con todos los colores del arcoiris, y en ese instante, dejaron de ser solo palabras y se convirtieron en el verdadero deseo.

Cuando terminaron, el anciano los miró orgulloso y dijo: "Ahora habéis creado magia con el amor que guardan en su corazón".

Entonces, la tierra comenzó a temblar y una gran luz iluminó el cielo. El arcoiris comenzó a brillar más intensamente, y desde lo alto, los adultos comenzaron a descender, como si las estrellas los hubieran traído de regreso.

Los niños estaban radiante de alegría cuando vieron a sus padres y adultos volver a su lado. Pero no sólo eran ellos, sino también el amor y los recuerdos que habían compartido.

"¡Nosotros nunca los olvidaremos!" - gritó Julián.

"Los hemos estado esperando" - dijo Sofía, corriendo hacia su mami.

Desde ese día, los niños comprendieron que aunque los adultos fueran importantes, eran sus recuerdos y los momentos compartidos los que realmente les darían la fuerza y la magia para enfrentar cualquier aventura. Y así, en El Globo Terráqueo Infantil, cada día se llenaba de risas, juegos y esos momentos que les recordaban lo valioso que es tener a quienes amamos a nuestro lado.

FIN.

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