El Arcoíris del Sábado
Era un hermoso sábado por la mañana en un pequeño barrio de Buenos Aires. Los niños, Lucas y Valentina, estaban en su casa, aburridos y sin saber qué hacer. Su mamá les había pedido que limpiaran su cuarto, pero ellos preferían salir a jugar.
"¿Vamos al parque?" - propuso Lucas con entusiasmo.
"¡Sí! Pero antes, un ratito más en la computadora" - respondió Valentina, jugando con su idea de escaparse de las tareas del hogar.
Mientras discutían qué hacer, el sol empezó a brillar intensamente y, de repente, comenzó a llover suavemente. Los dos niños miraron por la ventana y vieron cómo el sol hacía brillar cada gota de agua.
"Miralo, parece que va a salir un arcoíris" - dijo Lucas, señalando entusiasmado el cielo.
Valentina se acercó más a la ventana, y efectivamente, pocos minutos después, apareció un arcoíris gigante que cruzaba el cielo. Sus colores vibrantes iluminaban todo a su alrededor.
"¡Vamos afuera!" - gritó Valentina, abriendo la puerta y corriendo al jardín. Lucas la siguió, llenos de emoción.
Al salir, los niños vieron que los colores del arcoíris parecían acercarse más, como si les estuvieran llamando. Decidieron seguirlo, nunca antes habían visto algo tan impresionante.
"¿Te imaginas si llegamos hasta el final del arcoíris?" - preguntó Lucas.
"¡Seguramente encontraríamos un tesoro!" - respondió Valentina, sonriendo.
Así que decidieron hacer un viaje a través del parque, buscando el final del arcoíris. Mientras corrían, jugaron a contar cada color que podían ver.
"Contemos juntos: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, indigo, y violeta!" - dijo Lucas con energía.
De repente, un fuerte viento comenzó a soplar, haciendo que el arcoíris se moviera y se ocultara entre las nubes.
"¡No! No te vayas, arcoíris!" - exclamó Valentina, sintiendo que algo mágico se desvanecía.
"No te preocupes, Valen. Tal vez solo se esté escondiendo para sorprendernos de nuevo" - la tranquilizó Lucas.
A medida que caminaban, de pronto encontraron un pequeño charco de agua que parecía reflejar los colores del arcoíris. Sin pensarlo, saltaron sobre él, riendo a carcajadas.
"¡Mirá, parecemos un cuadro!" - dijo Valentina, mirando su reflejo.
"¿Por qué no hacemos algo divertido?" - sugirió Lucas. "Vamos a crear nuestra propia historia sobre el arcoíris. Cada vez que lleguemos a un color, inventamos algo".
Así, comenzaron a narrar, cada color representaba una nueva aventura:
"En el rojo, encontramos un dragón amistoso que nos regaló caramelos" - dijo Lucas.
"Y en el naranja, conocimos a una princesa que bailaba en un lago de jugo de naranja" - añadió Valentina.
"En el amarillo, los girasoles nos enseñaron a bailar el baile del sol" - continuó Lucas.
Poco a poco, los niños fueron adentrándose en su propia historia y se dieron cuenta de que lo que habían comenzado como una búsqueda de un tesoro, ahora era una aventura llena de risas y creatividad.
Finalmente, el arcoíris desapareció. Pero antes de regresar a casa, Lucas y Valentina hicieron una promesa.
"Prometamos que cada vez que veamos un arcoíris, recordaremos esta aventura y crearemos una nueva historia" - propuso Lucas.
"¡Trato hecho!" - respondió Valentina con una gran sonrisa.
Y así, cuando regresaron a casa, su mamá les preguntó qué habían estado haciendo.
"Mamá, encontramos un arcoíris y creamos historias mágicas. ¡Fue increíble!" - contó Lucas emocionado.
Ella sonrió, feliz de ver a sus hijos tan creativos y unidos.
Desde aquel día, cada vez que los niños veían un arcoíris, sabían que era una invitación a dejar volar su imaginación, y juntos, llenaron sus días de aventuras tan coloridas como el arcoíris del sábado.
FIN.