El arcoíris inclusivo


Era un día lluvioso en el vecindario de Daniel. Los charcos se formaban en las calles y los niños no podían salir a jugar al aire libre como solían hacerlo.

Pero eso no detuvo la imaginación de Daniel, quien siempre encontraba una forma de divertirse. Con sus amigos, Sofía y Lucas, decidieron quedarse en casa de Daniel para jugar a las escondidas.

Mientras esperaban su turno, observaron por la ventana cómo el sol comenzaba a aparecer entre las nubes grises. Y entonces, algo maravilloso sucedió: un arcoíris se formó en el cielo. - ¡Miren! -exclamó Sofía emocionada-. ¡Un arcoíris! - Es hermoso -dijo Lucas asombrado-.

¿Sabes qué? Dicen que hay un tesoro al final del arcoíris. Daniel miró fijamente el arcoíris y una idea brillante cruzó por su mente. - ¿Qué tal si jugamos a encontrar el tesoro del arcoíris? -propuso Daniel con entusiasmo.

Sus amigos asintieron emocionados y salieron corriendo hacia la puerta principal. Aunque Daniel tenía una pequeña dificultad para caminar debido a una discapacidad en su pierna izquierda, esto nunca lo desanimaba ni le impedía disfrutar de juegos divertidos con sus amigos.

Los tres niños se pusieron sus botas de agua y salieron bajo la lluvia persiguiendo ese misterioso tesoro multicolor. Siguiendo los colores del arcoíris, avanzaron por el vecindario hasta llegar al parque cercano. Allí encontraron una serie de pistas ocultas entre los juegos del parque.

Cada pista les llevaba a un nuevo color del arcoíris y, a medida que avanzaban, descubrían más sobre la discapacidad.

- ¿Sabían que algunas personas tienen dificultades para caminar como yo? -les explicó Daniel mientras buscaban una pista en el tobogán rojo-. Pero eso no significa que no puedan hacer cosas increíbles. Solo necesitan un poco de ayuda extra. Sofía y Lucas asentían con curiosidad mientras seguían las pistas hasta llegar al columpio naranja.

- ¡Aquí hay otra pista! -exclamó Lucas emocionado-. Pero, Daniel, ¿cómo haces para jugar si tienes dificultad para caminar? Daniel sonrió y se subió al columpio con la ayuda de sus amigos.

- Mis papás me enseñaron que puedo adaptar las cosas para poder disfrutarlas igual que ustedes. Por ejemplo, puedo usar muletas o sillas de ruedas cuando lo necesito. Además, siempre tengo a mis amigos cerca para ayudarme cuando lo requiero. Finalmente, llegaron al último punto del arcoíris: el tobogán violeta.

Allí encontraron una caja llena de golosinas y juguetes pequeños: su tesoro merecido por seguir todas las pistas y aprender sobre la discapacidad en el camino.

Mientras compartían sus tesoros juntos bajo la lluvia, Sofía exclamó:- Daniel, gracias por enseñarnos tanto sobre la discapacidad. Ahora entiendo mejor cómo podemos apoyar a otras personas y ser más inclusivos en nuestros juegos. Lucas asintió emocionado:- Sí, ahora sé que todos somos diferentes y eso es lo que nos hace especiales.

Daniel sonrió con alegría, sabiendo que había logrado transmitir un mensaje importante a sus amigos. Aunque el día estaba lluvioso, habían descubierto un verdadero arcoíris de amistad y comprensión en su aventura.

Desde aquel día, Daniel, Sofía y Lucas se convirtieron en defensores de la inclusión y siempre buscaron formas de hacer sentir bienvenidas a todas las personas, sin importar sus diferencias.

Y así, cada vez que veían un arcoíris en el cielo recordaban esa maravillosa aventura que los había enseñado sobre la importancia de la amistad y la aceptación.

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