El arcoíris mágico



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Colorida, tres amigos muy especiales: Jonathan, Violeta y Dylan. Cada uno de ellos tenía un color favorito que representaba su personalidad única.

Jonathan era un niño alegre y divertido al que le encantaba el color amarillo. Siempre estaba lleno de energía y dispuesto a hacer reír a los demás con sus ocurrencias. Violeta era una niña creativa y soñadora cuyo color favorito era el morado.

Siempre llevaba consigo su cuaderno de dibujo y lápices de colores para plasmar en papel todas las historias que surgían en su imaginación. Dylan, por otro lado, era un niño tranquilo y observador.

Su pasión era el color azul, ya que le recordaba al mar y a la paz que sentía cuando se sumergía en sus pensamientos mientras jugaba cerca del agua. Un día soleado, los tres amigos decidieron explorar juntos el bosque mágico que se encontraba al final del pueblo.

Se adentraron entre los árboles altos y frondosos hasta llegar a un claro donde descubrieron algo increíble: ¡un arcoíris gigante! Maravillados por lo hermoso del espectáculo, decidieron seguir las huellas multicolores del arcoíris para ver a dónde los llevarían.

Caminaron durante horas sin darse cuenta de cómo habían llegado tan lejos. De repente, escucharon unas risitas provenientes detrás de unos arbustos.

Se acercaron con curiosidad y descubrieron a Lila, una hada traviesa que estaba jugando con los colores del arcoíris. Lila les explicó que había perdido su varita mágica y sin ella no podía devolver los colores al mundo. Los tres amigos se ofrecieron a ayudarla en su búsqueda, emocionados de poder vivir una aventura tan especial.

Comenzaron a seguir las pistas que Lila les daba para encontrar la varita mágica. Recorrieron valles, cruzaron ríos y escalaban montañas, siempre juntos y apoyándose mutuamente.

En el camino, se encontraron con diferentes desafíos que pusieron a prueba sus habilidades y amistad.

En un puente colgante, Jonathan tuvo que superar su miedo a las alturas; en un laberinto de espejos, Violeta utilizó su creatividad para encontrar el camino correcto; y en una cueva oscura, Dylan demostró su valentía guiando al grupo hacia la salida. Finalmente, llegaron a una cascada donde vieron brillar algo en el agua. ¡Era la varita mágica de Lila! La recuperaron con alegría y regresaron al bosque donde habían conocido a la hada traviesa.

Lila tomó la varita entre sus manos y pronunció unas palabras mágicas.

Al instante, todo el bosque cobró vida con hermosos colores: los árboles verdes volvieron a ser verdes, las flores rojas recobraron su intensidad y el cielo azul irradiaba felicidad. Agradecida por la ayuda de sus nuevos amigos, Lila decidió recompensarlos otorgándoles un color especial que los representaría para siempre. Jonathan recibió un rayo de sol amarillo, Violeta una estrella morada y Dylan una ola azul.

Desde ese día, Jonathan, Violeta y Dylan se convirtieron en los guardianes de los colores del mundo. Juntos, trabajaron para mantener la magia viva y enseñaron a todos la importancia de valorar la diversidad y la amistad.

Y así fue como estos tres amigos vivieron una aventura inolvidable que les enseñó que, sin importar nuestras diferencias, juntos podemos lograr cosas maravillosas y llenar el mundo con colores.

FIN.

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