El Arcoíris Mágico de Lluvia
En un pequeño pueblo argentino llamado Colores, todos los días eran soleados y bien alegres. Los niños del pueblo, incluyéndose a Mateo, Sofía y Lucas, pasaban sus tardes jugando en el parque. Pero había algo especial en esos días: siempre había un arcoíris en el cielo.
Un día, mientras experimentaban cómo hacer volar un cometa, se escuchó un fuerte trueno y comenzó a llover. Sin embargo, no era una lluvia cualquiera; la lluvia caía en tonos de rojo, azul, amarillo y verde. Los chicos se miraron confundidos, pero la curiosidad pudo más que el miedo.
- “¡Mirá, Sofía! ¡Es como si el arcoíris estuviera cayendo del cielo! ” - dijo Lucas con emoción.
- “¡Debemos salir a jugar! ” - exclamó Sofía, sin poder contener su alegría.
Mateo dudaba un poco: - “Pero, ¿y si nos mojaríamos mucho? ”
- “¡Vamos, Mateo! ¡Nunca ha pasado algo así! Puede que sea un momento único” - insistió Lucas.
Así que, armados con sus paraguas de colores, los tres amigos decidieron salir a explorar esta curiosa lluvia. Mientras corrían, notaron que los colores de la lluvia creaban un camino brillante en el suelo, guiándolos hacia una colina al final del parque.
Una vez en la cima, se dieron cuenta de que el arcoíris se hacía más fuerte y podía verse una puerta al final de sus colores brillantes.
- “¿Entramos? ” - preguntó Mateo, su voz llena de asombro.
- “¡Sí! ” - respondieron Sofia y Lucas al unísono.
Se acercaron lentamente y, al cruzar la puerta, fueron recibidos por un mundo completamente diferente. Todo estaba cubierto de pastos de colores y flores que brillaban. En el centro, había un árbol enorme lleno de frutas de colores.
- “¡Hola, bienvenidos al Reino del Arcoíris! ” - dijo una voz dulce. Era una hada llamada Iris, que revoloteaba entre las flores de colores.
- “¡Hola! ” - respondieron los chicos.
Iris sonrió y continuó: - “He estado esperando a niños como ustedes. Hoy, el arcoíris ha caído del cielo para recordarnos la importancia de compartir y cuidar nuestro entorno. ¿Quieren ayudarme? ”
- “¿Cómo podemos ayudar? ” - preguntó Sofía.
- “Cada vez que un niño juega o ríe, una de estas flores brillantes se alimenta. Pero si no compartimos y cuidamos el lugar, las flores se marchitarán. ¡Vamos a jugar juntos y cuidar de este lugar! ”
Así que los tres amigos y el hada comenzaron a jugar diferentes juegos en aquel mágico lugar. Una carrera de sacos, buscando flores de colores y haciendo reír a cada ser que encontraban en el camino. Mientras más reían, más brillaban las flores. Todo era celebración hasta que…
- “Esperen…” - dijo Mateo, tomando un respiro. - “¿Y si nos olvidamos de nuestro hogar? ¡¿Cómo volveremos? ! ”.
Iris les sonrió y les dijo: - “No se preocupen. Mientras sigan jugando y cuidando este lugar, siempre podrán volver al parque.”
Los niños se sintieron felices y continuaron jugando, pero al mismo tiempo, una sombra cubrió el cielo. Juancito, un niño del pueblo que a veces se enojaba, apareció. En su ira, hizo que una lluvia oscura cayera sobre el Reino del Arcoíris.
- “¡¿Qué pasan? ! No quiero compartir esto, es mío! ” - gritó Juancito.
Iris se acercó a él, con voz suave. - “Juancito, esto no es de una sola persona. Si jugamos juntos, todos podemos disfrutarlo. Ayudanos, por favor.”
Al principio, Juancito no quería escuchar, pero al ver a los demás disfrutar entre risas, empezó a sentir curiosidad.
- “¿Puedo jugar con ustedes? ” - preguntó, su voz más bajita.
Sofía abrió su paraguas de colores y le dijo: - “¡Claro! Cuantos más seamos, más divertido será.”
A ese llamado todos se unieron. Juancito comenzó a reír y a disfrutar con sus nuevos amigos. La lluvia oscura comenzó a disiparse, y de repente, una lluvia de colores volvió a caer.
Al final del día, Iris sonrió y dijo: - “Gracias, chicos. Han hecho del Reino del Arcoíris un lugar más brillante. Ahora, luchen siempre para que su mundo sea así: lleno de colores, risas y juegos.”
Y así, antes de regresar a su hogar, regresaron todos juntos a la puerta del arcoíris. Cuando la cruzaron, el sol apareció y el pueblo de Colores volvió a la normalidad. Desde aquel día, siempre que llovía, los niños corrían a jugar, recordando que compartir y cuidar a los demás era la clave para llenar su mundo de colores.
Fin.
FIN.