El arquero valiente



Juan era un niño muy tímido que no tenía muchos amigos. Siempre prefería quedarse en casa leyendo o jugando videojuegos antes que salir a socializar con otros niños de su edad.

Pero había una cosa por la cual Juan sentía una gran pasión: el fútbol. Cada vez que veía un partido por televisión, se emocionaba tanto que comenzaba a patear cualquier objeto que encontrara en su camino como si estuviera jugando él mismo.

Pero nunca había tenido la oportunidad de jugar al fútbol con otros niños. Un día, mientras paseaba por el barrio, vio un grupo de chicos jugando al fútbol en el potrero del parque cercano.

Se acercó tímidamente y preguntó si podía unirse al juego. Los chicos lo miraron extrañados, pero finalmente aceptaron y le dieron una camiseta para que se sienta parte del equipo. Juan estaba nervioso pero emocionado.

No sabía bien cómo jugar al fútbol, pero estaba dispuesto a aprender y dar lo mejor de sí mismo. El partido comenzó y Juan tuvo algunas dificultades para seguir el ritmo del juego. Los otros chicos eran más rápidos y habilidosos que él, pero eso no lo detuvo.

Siguió corriendo detrás de la pelota e intentando hacer algún gol. "¡Vamos Juan! ¡Patea!"- gritaban los demás niños desde la cancha. Juan tomó impulso y pateó tan fuerte como pudo hacia el arco contrario.

La pelota voló por los aires y entró justo por encima del travesaño. "¡Goooool!"- gritó Juan, saltando de alegría. Los chicos lo felicitaron y le dieron una palmada en la espalda. Juan se sintió más confiado y motivado para seguir jugando.

Pero el partido dio un giro inesperado cuando uno de los niños se lastimó el tobillo y tuvo que retirarse del juego. Los demás chicos empezaron a discutir sobre qué hacer ahora que estaban en desventaja numérica.

"¿Por qué no jugamos con un arquero menos?"- propuso Juan tímidamente. Los demás chicos lo miraron sorprendidos. Nunca habían considerado esa posibilidad antes. "Eso es una locura"- dijo uno de ellos-. "Nunca vamos a poder ganar así".

"No importa si ganamos o perdemos" -respondió Juan-. "Lo importante es jugar juntos y divertirnos". Finalmente, los chicos aceptaron la propuesta de Juan y continuaron el partido con un arquero menos.

Fue difícil al principio, pero poco a poco fueron encontrando formas creativas de adaptarse a la nueva situación. Se turnaban para defender el arco vacío y trataban de hacer pases más precisos para evitar perder la pelota fácilmente.

El partido terminó empatado, pero todos los chicos estaban contentos por haber pasado un buen rato juntos. Incluso aquellos que habían sido escépticos al comienzo reconocieron que habían aprendido algo nuevo gracias a Juan. Desde ese día, los chicos del potrero invitaron cada vez más frecuentemente a Juan a jugar con ellos.

Y aunque nunca llegó a ser el mejor jugador del equipo, siempre fue valorado por su espíritu de equipo y su creatividad para resolver problemas.

Juan aprendió que el fútbol no solo se trata de ganar, sino también de divertirse y compartir momentos con los demás. Y esa lección lo acompañaría por siempre en su vida.

FIN.

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