El arroyo del olvido
En un pueblo pequeño y pintoresco, rodeado de verdes colinas y flores que florecían en mil colores, vivían dos jóvenes: Lucas y Ana. Desde pequeños, habían sido amigos inseparables, compartiendo risas y aventuras en cada rincón del lugar. Sin embargo, a medida que crecieron, sus sentimientos fueron cambiando y lo que una vez fue una hermosa amistad se transformó en un amor tan profundo como los cielos estrellados.
Un día, mientras paseaban por el campo, Lucas se detuvo junto al arroyo que serpenteba por el pueblo, un lugar conocido como el arroyo del olvido. "Este arroyo tiene una leyenda", dijo Lucas con una sonrisa traviesa. "Se dice que si alguien se sienta en sus orillas y piensa en lo que más desea, el arroyo lo ayuda a olvidarlo para siempre".
Ana lo miró con curiosidad. "¿Olvidar, decís? Pero… ¿no sería mejor recordar lo que queremos?" -a ella le parecía una locura.
Lucas se puso serio. "A veces, hay cosas que no podemos tener, y olvidar puede aliviar el dolor".
Ana lo miró a los ojos, sintiendo que esas palabras resonaban en su corazón. Ambos eran conscientes de que sus familias tenían un antiguo rencor. Era un secreto a voces en el pueblo que impedía su amor, un conflicto que había durado generaciones.
Una tarde, mientras se sentaban en las orillas del arroyo, Ana se sintió triste. "¿Por qué nuestras familias no pueden ver lo que nosotros vemos?" -preguntó, mirando el agua fluir.
"No lo sé, Ana. Me gustaría que las cosas fueran diferentes", respondió Lucas. "Eso me duele a mí también, pero no quiero que eso nos detenga. Podemos encontrar la manera de estar juntos".
Ana suspiró. "Pero ¿cómo? El rencor entre nuestros padres es como un muro inmenso". En ese momento, el silencio se llenó de incertidumbre.
Días después, decidieron hacer un plan. "Si hacemos un esfuerzo, si podemos hablar con nuestros padres, podríamos cambiar las cosas". Lucas le propuso a Ana.
Ana dudó. "Tal vez si les mostramos lo valioso que es nuestro amor, tal vez..." -se sentía esperanzada y asustada al mismo tiempo.
Una semana después, decidieron organizar un picnic en el campo para que sus respectivas familias se conocieran mejor. Ana acordó hacer su famoso pastel de durazno, mientras que Lucas se encargaría de invitar a su familia.
La tarde del picnic llegó y todo parecía ir bien al principio. Las risas y las charlas llenaban el aire. Sin embargo, cuando Lucas y Ana intentaron hablar sobre su amor, ambos padres se miraron con desaprobación. "Es imposible que nuestros hijos estén juntos. Hay historias de rencores que no podemos olvidar" -dijo el padre de Ana, frunciendo el ceño.
En ese instante, Ana lloró y Lucas sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies. Pero entonces se acordó del arroyo del olvido y la idea de lo que era posible. Decidió actuar. "Si el arroyo puede ayudarnos a olvidar lo malo, tal vez deberíamos ir allí juntos, como un último esfuerzo por unirnos".
"¿Vamos al arroyo?" -preguntó Ana, con una chispa de esperanza.
Ambos se dieron cuenta de que debían poner en práctica lo que decían. Así que, con determinación, abandonaron el picnic y se dirigieron al arroyo, llevando consigo el pastel de durazno, que ya no importaba tanto, y sus corazones llenos de anhelos.
Cuando llegaron, se sentaron en la orilla, el murmullo del agua serenando sus pensamientos. "Vamos a prometer que, pase lo que pase, siempre nos recordaremos" -dijo Lucas, tomando la mano de Ana. "Y aunque nuestros padres no lo entiendan, necesitamos encontrar nuestra propia historia".
"Sí, pero ¿qué hacemos con ese rencor que nos rodea?" -preguntó Ana, todavía preocupada.
"Podemos hacer que nuestras acciones hablen más que las palabras. Haremos actos de bondad entre nuestras familias, de forma que, algún día, comprenderán que el amor es más fuerte que el rencor".
Así, mientras el arroyo fluía con su incesante murmullo, Lucas y Ana prometieron luchar por su amor. Aunque sabían que su camino sería difícil, decidieron que, si su amor era verdadero, encontrarían la manera de mantenerse unidos, desafiando cualquier obstáculo
Regresaron al pueblo, decididos a construir puentes en lugar de muros. Sabían que la historia del arroyo del olvido no era solo un cuento sobre olvidar, sino sobre recordar lo bueno, lo que une a las personas, y hacer las paces. Con cada pequeño acto de bondad, comenzaron a rasgar el velo de resentimiento que cubría sus familias.
Con el paso del tiempo, el amor de Lucas y Ana empezó a transformar la manera en que sus familias se miraban. Un día, cuando ambos se sentaron nuevamente en el arroyo, comprendieron que no solo habían luchado por su amor, sino que también habían cambiado el corazón del pueblo en el proceso. Así, el arroyo del olvido se transformó en el arroyo de los nuevos comienzos, un símbolo para todos, demostrando que el amor verdadero siempre puede prevalecer.
FIN.