El arte de Agustín


Había una vez en Paioporta un niño llamado Agustín, pero todos lo llamaban —"A" . A era el más pequeño de su familia y tenía 7 años. Actualmente cursaba primer grado en la escuela del pueblo.

Desde que era muy chiquito, A presentaba comportamientos que para él no tenían nada de importancia, como movimientos repetitivos y a veces parecía distraído en clase.

Su maestra, la señorita Ana, notó esto y decidió hablar con los padres de A para buscar una solución juntos. "Buenos días, señora Marta y señor Juan. Quisiera comentarles sobre A. He notado que presenta algunos comportamientos que podrían estar afectando su desempeño escolar", dijo la señorita Ana preocupada.

"¿Comportamientos? ¿Qué tipo de comportamientos?", preguntó la mamá de A. La maestra explicó cómo a veces A se perdía en sus pensamientos durante las clases o realizaba movimientos repetitivos con las manos.

Los padres de A escucharon atentamente y decidieron investigar más sobre este tema para ayudar a su hijo. Después de consultar con especialistas, descubrieron que A tenía TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), lo cual les sorprendió al principio.

Sin embargo, aprendieron que con apoyo adecuado y comprensión, podían ayudar a A a sobrellevarlo y tener éxito en la escuela. Los padres hablaron con A sobre su TDAH y le explicaron qué significaba.

Le dijeron que era algo normal y que juntos encontrarían maneras de hacer las cosas más fáciles para él. Además, buscaron actividades extracurriculares donde A pudiera canalizar su energía de forma positiva. Con el tiempo, A aprendió a utilizar técnicas para concentrarse mejor en clase y controlar sus impulsos.

La señorita Ana notó los cambios positivos en el desempeño académico de A y estaba orgullosa del progreso que había hecho. Un día, durante una actividad escolar donde cada niño debía exponer algo especial ante sus compañeros, llegó el turno de A.

Él decidió mostrar un dibujo increíble que había hecho inspirado en su amor por los dinosaurios. Todos quedaron impresionados por su talento artístico. "¡Wow! ¡Eso es asombroso, A!", exclamó uno de sus compañeros emocionado.

A sonrió feliz al recibir tantos elogios por su trabajo duro. Ese día se dio cuenta de que ser diferente no era malo; simplemente significaba tener habilidades únicas por descubrir.

Desde entonces, Agustín siguió esforzándose en todo lo que hacía y nunca dejó que nada lo detuviera en su camino hacia el éxito. Con el apoyo incondicional de su familia, maestros y amigos, supo convertir cualquier obstáculo en una oportunidad para crecer aún más fuerte.

Y así fue como todo comenzó con la letra —"A"  para Agustín: un niño valiente y creativo cuyo potencial no conocía límites cuando se le brindaba amor y comprensión desde todas partes.

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