El arte de inflar globos


Había una vez una niña llamada Graciela, a quien le encantaba pasear por el parque y tomar mate. Cada tarde, después de la escuela, ella se reunía con su abuelo en el parque para compartir un buen mate.

Un día, mientras caminaban por el parque, Graciela vio a un grupo de niños que estaban jugando con unos globos. Se acercó para ver lo que estaban haciendo y les preguntó si podía jugar también.

Los niños aceptaron amablemente y le dieron un globo para que lo inflara. Graciela sopló con todas sus fuerzas pero no pudo hacerlo reventar. Los otros niños intentaron ayudarla pero tampoco pudieron conseguirlo.

Graciela estaba triste porque se sentía incapaz de lograr algo tan simple como hacer explotar un globo. Pero su abuelo la animó diciéndole: "No te preocupes, Graciela. Esto es solo una pequeña dificultad en tu camino hacia tus objetivos".

Y le recordó cómo había aprendido a tomar mate: al principio no sabía cómo hacerlo bien y se quemaba la lengua, pero poco a poco fue mejorando hasta convertirse en toda una experta. Graciela entendió entonces que todo requiere práctica y perseverancia.

Así que siguió practicando con los globos hasta finalmente lograr reventar uno. Los otros niños la felicitaron emocionados y Graciela se sintió orgullosa de sí misma.

A partir de ese día, Graciela descubrió que tenía una habilidad especial para inflar globos sin que estos explotaran demasiado rápido o demasiado lento. Y comenzó a enseñar a otros niños cómo hacerlo. Graciela aprendió que siempre habrá obstáculos en el camino hacia sus objetivos, pero con perseverancia y práctica, se pueden superar.

Además, descubrió que compartir sus habilidades con los demás es una forma maravillosa de ayudarlos a crecer y aprender también.

Desde entonces, Graciela seguía paseando por el parque y tomando mate con su abuelo, pero ahora también disfrutaba compartiendo su nueva habilidad con otros niños.

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