El Arte de Martín



Había una vez un niño llamado Martín, que estaba muy emocionado porque iba a comenzar la asignatura de artes en primer grado.

Desde que era pequeño, siempre le había encantado dibujar y pintar, así que sabía que esta clase sería perfecta para él. El primer día de clases, el profesor de arte, el señor Pedro, les dio a todos los niños unas hojas en blanco y les pidió que dibujaran algo que les gustara mucho.

Martín se sentó en su lugar con su lápiz y empezó a pensar qué podía dibujar. Después de unos minutos, Martín levantó la mano para pedir ayuda al profesor. "Señor Pedro", dijo Martín tímidamente, "no sé qué dibujar".

El profesor sonrió y se acercó a él. "Martín", le dijo amablemente, "solo tienes que cerrar los ojos y pensar en algo que te haga feliz. Puede ser cualquier cosa: un animal, un paisaje o incluso tus amigos".

Martín siguió el consejo del profesor y cerró los ojos. De repente, vino a su mente la imagen de su perro Max corriendo por el parque. Abrió los ojos rápidamente y comenzó a dibujarlo con entusiasmo.

Al terminar la clase, el señor Pedro recogió todos los dibujos de los niños y prometió mostrarlos al día siguiente para hacer una exposición en el salón de clases. Cuando llegaron al día siguiente, Martín estaba ansioso por ver cómo habían quedado sus compañeros sus dibujos.

El señor Pedro colocó todas las obras sobre una mesa y les pidió a los niños que las observaran detenidamente. Martín quedó impresionado al ver la variedad de estilos y colores.

Había dibujos de animales, paisajes, flores e incluso algunos retratos. Cada uno era único y especial a su manera. Después de admirar todos los dibujos, el señor Pedro le dio un premio al mejor trabajo. Martín no podía creerlo cuando escuchó su nombre.

¡Había ganado! El profesor explicó que el arte no se trataba solo de hacer dibujos bonitos, sino de expresarse y mostrar quiénes somos en nuestro interior.

"Cada uno de ustedes tiene algo especial para compartir con el mundo", dijo el señor Pedro. A partir de ese día, Martín se sintió más motivado que nunca para seguir explorando su amor por el arte.

Se esforzaba cada vez más en sus clases y siempre buscaba nuevas formas de expresarse a través del dibujo y la pintura. Con el tiempo, Martín descubrió que también disfrutaba mucho haciendo esculturas con arcilla y experimentando con diferentes técnicas artísticas.

Su pasión por el arte lo llevó a participar en exposiciones escolares y a recibir reconocimientos por su talento. Pero lo más importante fue que Martín aprendió una valiosa lección: que todos tenemos un don especial dentro de nosotros, solo tenemos que encontrarlo y dejarlo brillar.

Y así fue como Martín se convirtió en un gran artista gracias a esa asignatura tan maravillosa llamada artes.

FIN.

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