El Artista de la Naturaleza
Había una vez, en un pueblo muy lejano, un gran artista que se llamaba Joaquín. Nadie había escuchado hablar de él, pero sus obras estaban por todas partes: en el bosque, en el río, y hasta en las montañas. Joaquín hacía arte en la naturaleza, utilizando solo lo que encontraba a su alrededor: hojas, piedras, ramas y flores.
Un día, los alumnos del colegio de ese pueblo empezaron a murmurar acerca de Joaquín. La profesora, la señorita Clara, siempre les hablaba sobre la belleza de la naturaleza, pero ellos querían ver algo más.
- “Se dice que Joaquín es un artista increíble. ¿Por qué no vamos a conocerlo? ”, propuso Laura, la más aventurera de todos.
- “Sí, ¡quiero ver su arte! ”, dijo Tomás con entusiasmo.
- “Pero… ¿y si no podemos encontrarlo? ”, preguntó Sofía, algo dudosa.
La señorita Clara sonrió y dijo:
- “Si quieren, podemos organizar una salida al bosque. Tal vez tengamos suerte y lo encontremos.”
Los niños se emocionaron y al día siguiente se pusieron sus botas de lluvia y prepararon sus mochilas con snacks y agua. Al llegar al bosque, comenzaron a buscar entre los árboles. Durante horas, caminaron y caminaron sin éxito.
- “¡Esto es más difícil de lo que pensaba! ”, se quejó Julián, un poco cansado.
- “No te rindas. ¡El arte de Joaquín debe estar cerca! ” animó Laura.
De repente, se toparon con una zona especial del bosque. Allí había una serie de figuras hechas con hojas y piedras.
- “¡Miren eso! ”, exclamó Tomás.
- “¡Es hermoso! ”, asintió Sofía.
- “Esto debe ser cosa de Joaquín”, dijo la señorita Clara.
Justo en ese momento, un hombre de barba canosa y ojos brillantes salió de detrás de un árbol.
- “Hola, chicos. Estoy viendo que han encontrado mi arte”, sonrió Joaquín.
Los chicos se quedaron boquiabiertos.
- “¡Señor Joaquín! ¡No sabíamos que usted estaba aquí! ”, dijo Laura emocionada.
- “Los he estado observando. Ustedes aman la naturaleza, ¿verdad? ”, preguntó Joaquín.
- “¡Sí! Queremos aprender de usted”, gritó Julián, que no podía contener su entusiasmo.
Joaquín se rió y dijo:
- “Muy bien. ¿Quieren crear su propio arte? Pueden hacerlo usando lo que la naturaleza les ofrece.”
Los niños asintieron rápidamente. Joaquín les enseñó a observar el entorno, a valorar cada hoja, cada piedra. Les mostró cómo crear figuras y patrones con los elementos encontrados.
- “Cada cosa tiene su belleza. Solo hay que saber mirarla”, les explicó.
- “¿Y si nos llevamos algo a casa? ”, preguntó Sofía.
- “No, lo más importante es que su arte permanezca aquí y forme parte de la naturaleza”, respondió Joaquín.
Los chicos, inspirados, comenzaron a trabajar. Crearon un paisaje en miniatura con hojas, construyeron esculturas de piedras y hasta formaron un camino con ramitas. Cada uno llenó su rincón con creatividad y alegría.
Finalmente, al caer la tarde, se despidieron de Joaquín, aunque no sin antes llevarse una gran lección en sus corazones.
- “Gracias por enseñarnos, Joaquín”, dijo Tomás.
- “¡Sí, fue increíble! ”, añadió Julián.
- “Recuerden siempre cuidar la naturaleza”, les aconsejó Joaquín con una sonrisa.
Al regresar a la escuela, los chicos no dejaban de contar lo que había sucedido. Se dieron cuenta de que el arte no solo era algo que se hacía en una hoja de papel, sino que también podía surgir de la hermosa conexión con el mundo natural que los rodeaba.
- “¡Vamos a hacer un club de arte natural! ”, propuso Laura.
- “¡Sí! ¡Y cada semana haremos algo nuevo! ”, exclamaron todos.
Así, el pueblo comenzó a descubrir no solo al gran artista Joaquín, sino también la belleza de crear en armonía con la naturaleza. Y cada primavera, los alumnos reunían sus talentos para hacer pequeños murales en el bosque, llenando el lugar de color y alegría, recordando siempre el valioso legado de aquel artista misterioso.
FIN.