El asado mágico en la plaza
Había una vez un niño llamado Martín que estaba disfrutando de un hermoso día en la plaza. Mientras jugaba con su pelota, algo inesperado sucedió. De repente, ¡Pum! Algo lo golpeó en la cabeza. Martín se sobresaltó y miró a su alrededor para encontrar quién había sido. Para su sorpresa, no había nadie a la vista. Confundido, se frotó la cabeza y decidió seguir investigando.
Caminó unos pasos más y vio algo extraordinario en el lugar donde había sentido el golpe. Allí, en medio de la plaza, se encontraba una parrilla gigante preparada para un asado, con medio pollo 🐓 y algunas verduras listas para cocinarse. Martín no podía creer lo que veía. Se acercó lentamente y, con cautela, examinó la parrilla, pero no había rastro de quién podría haberla encendido.
De repente, una voz juguetona resonó a su lado. "¡Hola, Martín! Soy el hada de la plaza y he preparado este asado especialmente para ti. Veo que has tenido un día difícil, así que pensé que te encantaría disfrutar de una deliciosa comida", dijo el hada con una sonrisa.
Martín estaba atónito. Nunca antes había conocido a un hada, y mucho menos a una que preparara asados mágicos en la plaza. Sin embargo, su estómago gruñó y el aroma del pollo asándose lo hizo sentir hambre. Decidió aceptar la generosa oferta del hada y se sentó a la mesa que había aparecido misteriosamente junto a la parrilla.
Mientras disfrutaba de la comida, el hada le contó a Martín historias increíbles sobre la plaza y sus habitantes mágicos. Aprendió sobre la importancia de la bondad, la amistad y la gratitud. El hada le dijo a Martín que, si quería, siempre podría regresar a la plaza para vivir más aventuras.
Después de compartir risas y deliciosos bocados, el asado mágico llegó a su fin. El hada le entregó a Martín un pequeño frasco de brillante polvo mágico y le dijo: "Guarda esto contigo, Martín. Te ayudará a recordar que la magia existe en todas partes, incluso en los momentos más inesperados".
Martín regresó a casa con el corazón lleno de alegría y la cabeza llena de emocionantes historias. Desde ese día, cada vez que necesitaba un recordatorio de la magia, abría el frasco de polvo mágico y recordaba la maravillosa aventura que vivió en la plaza.
Y así, gracias a un simple golpe en la cabeza, Martín descubrió un mundo de magia, amistad y deliciosos asados en la plaza.
FIN.