El Ascenso de Tomi



Era una hermosa mañana en el pequeño pueblo de Valle Verde. El sol brillaba y los pájaros cantaban, pero Tomi, un chico aventurero de diez años, miraba la majestuosa montaña que se alzaba justo al lado de su casa. Desde hacía tiempo soñaba con escalarla. Con su mochila a la espalda y un mapa que había dibujado él mismo, se lanzó a la aventura.

"¡Hoy será el día en que subiré!" - exclamó Tomi con emoción.

Comenzó a caminar, sintiendo el suave viento en su rostro. A medida que ascendía, sintió que su corazón latía más fuerte. Al llegar a los primeros 50 metros, se detuvo para tomar un respiro.

"¡Mirá qué vista tan hermosa!" - gritó, mirando hacia abajo.

Sin embargo, no todo iba a ser fácil. En esa parte del camino, se encontró con un viejo roble que bloqueaba su paso.

"¿Qué haré ahora?" - se preguntó, frunciendo el ceño. En ese momento, apareció Lucas, su amigo de la infancia.

"¿Te ayudo a mover el árbol?" - dijo Lucas, acercándose.

Ambos, con todas sus fuerzas, empujaron el árbol, pero era demasiado pesado. Tomi se sintió un poco desalentado. Pero Lucas sonrió y dijo:

"Podemos hacer una escalera con las piedras de alrededor. ¡Vamos!"

Juntos, recogieron piedras y formaron una pequeña escalera que les permitió subir sobre el obstáculo. Tomi se sintió como un verdadero aventurero. Finalmente, continuaron su ascenso, riendo y disfrutando del camino.

Al llegar a los 50 metros, decidieron descansar y sacar un poco de comida de la mochila.

"Esto es increíble, Tomi. Nunca pensé que escalar la montaña sería tan divertido" - comentó Lucas mientras mordía una galleta.

Pero, justo cuando estaban disfrutando del paisaje, comenzaron a escuchar un leve sonido detrás de ellos. Era Gigi, su pequeña perra, que había decidido seguirlos.

"Gigi, ¿cómo llegaste hasta aquí?" - preguntó Tomi, sorprendido.

Gigi, moviendo su cola, parecía feliz de estar con ellos. Sin embargo, ellos sabían que escalar con un perro podría ser complicado. Ya habían subido 50 metros y ahora les tocaría un camino más difícil.

"No creo que esto sea una buena idea, Gigi. Es un lugar un poco peligroso para vos" - dijo Lucas, preocupado.

Pero Gigi ladró con entusiasmo y movió la cola, claramente dispuesta a seguir. Después de discutirlo un momento, decidieron.

"Está bien, pero debés tener mucho cuidado, ¿entendido?" - dijo Tomi, mientras le acariciaba la cabeza a Gigi.

Ellos comenzaron a escalar nuevamente, pero esta vez, tomaron un camino diferente. Al principio todo iba bien, Gigi iba detrás de ellos ladrando alegremente. Sin embargo, al poco tiempo, Gigi se detuvo de repente.

"¿Qué pasa, Gigi?" - preguntó Tomi, volviéndose para mirarla.

La perra había encontrado algo: una hermosa flor amarilla. Era una flor muy rara que no habían visto antes.

"¡Mirá eso!" - grito Lucas.

Tomi se agachó y tomó la flor con suavidad.

"Podemos llevarla a casa y mostrarla a nuestros amigos, ¡serán los primeros en verlo!" - sugirió.

A medida que continuaban escalando, comenzaron a hablar sobre lo que harían al llegar a la cima. Sin embargo, al subir los 70 metros, se encontraron con una pared rocosa muy empinada.

"No sé si podremos escalar esto" - dijo Lucas, mirando hacia arriba.

Tomi se sintió un poco nervioso. Sin embargo, Gigi se acercó y comenzó a ladrar como si la pared no le asustara nada.

"Debemos intentarlo" - dijo Tomi, sintiéndose valiente.

Con mucho cuidado, Tomi y Lucas comenzaron a escalar la pared. Una vez más, se ayudaron mutuamente, buscando los mejores lugares para colocar sus manos y pies. Finalmente, después de un esfuerzo prolongado, lograron llegar a la cima.

"¡Lo hicimos!" - gritó Tomi, levantando los brazos al cielo.

La vista desde allí era asombrosa. Se podía ver todo Valle Verde, y el aire fresco llenaba su pecho de alegría. Gigi ladraba feliz mientras saltaba alrededor de ellos, disfrutando del momento.

Tomi se sentó y sacó la flor amarilla de la mochila, admirándola.

"Nunca pensé que llegaría tan lejos. ¡Gracias, Gigi!" - dijo Tomi, acariciando a su perra.

Los tres, exhaustos pero felices, disfrutaron del espectáculo y saborearon los momentos vividos. En esa cima aprendieron que con valor, creatividad y trabajo en equipo, los sueños se pueden alcanzar.

Y así, con el corazón lleno de aventuras, regresaron a casa, llevando consigo no solo la flor amarilla, sino también una historia inolvidable.

Desde ese día, Tomi, Lucas y Gigi siguieron explorando y escalando, nunca olvidando que la amistad y la valentía son la mejor combinación para alcanzar cualquier meta.

FIN.

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