El asco como defensa



Había una vez una niña llamada Manuela, a quien le sucedía algo muy peculiar. Cada vez que veía algo que le resultaba desagradable, sentía como si su estómago se revolviera y un fuerte rechazo invadiera su cuerpo.

No entendía por qué le pasaba eso, pero sabía que no era algo normal. Un día, mientras Manuela jugaba en el jardín con sus muñecas, su padre la observaba con atención.

Notó que cada vez que tocaba una lombriz o veía un insecto, ella hacía muecas de asco y se alejaba rápidamente. Preocupado por su hija, decidió hablarle sobre ese sentimiento extraño.

Una tarde soleada, después del almuerzo, el papá de Manuela la llamó a su habitación y la invitó a sentarse junto a él en la cama. Con cariño en sus ojos y una sonrisa amable en los labios, comenzó a explicarle lo que significaba el asco.

"Manu querida", dijo su papá con ternura-, "sé que has estado sintiendo un rechazo hacia ciertas cosas últimamente y quiero ayudarte a entenderlo". Manuela levantó sus grandes ojos curiosos hacia él y asintió con la cabeza. "El asco es un sentimiento natural que todos tenemos", continuó su padre-.

"Es nuestra manera de protegernos de cosas dañinas o peligrosas para nuestro cuerpo". Manuela escuchaba atentamente las palabras de su padre mientras intentaba comprender lo que le estaba diciendo.

"Cuando ves algo repugnante o desagradable, como un insecto o comida en mal estado, tu cuerpo reacciona automáticamente para protegerte", explicó su papá. "Tu cerebro envía señales a tu estómago y a tus músculos para que sientas esa sensación de asco y te alejes de eso".

Manuela reflexionó sobre lo que le había contado su padre. Comenzaba a comprender que el asco era una respuesta natural de su cuerpo para mantenerla segura.

"Pero, papá", preguntó Manuela con curiosidad-, "¿existen otros sentimientos relacionados con el asco?"Su padre sonrió y asintió. "¡Claro que sí!", exclamó emocionado. "Además del asco, también podemos sentir aversión o repulsión hacia algo. Estos sentimientos son similares al asco, pero tienen pequeñas diferencias". Manuela se inclinó hacia adelante, ansiosa por aprender más.

"La aversión es cuando algo no te gusta mucho pero no llega a ser desagradable por completo", explicó su padre.

"Por ejemplo, si alguien te ofrece comer un plato nuevo y tú no sabes si te gustará o no, puedes sentir aversión antes de probarlo". Manuela recordó algunas veces en las que había sentido esa sensación antes de probar algo desconocido. "Y la repulsión es cuando algo te causa mucha incomodidad o disgusto profundo", continuó su padre.

"Es como si tu cuerpo rechazara completamente esa cosa sin siquiera tocarla". Manuela pensó en todas las veces en las que había sentido repulsión hacia cosas como la basura maloliente o los bichos animals.

Con cada explicación de su padre, Manuela comenzó a comprender mejor sus sentimientos y a aceptarlos. Ahora sabía que el asco, la aversión y la repulsión eran parte de ser humano y que todos experimentamos estos sentimientos en diferentes situaciones.

A medida que los días pasaban, Manuela se dio cuenta de algo maravilloso: podía reconocer sus sentimientos de asco, aversión o repulsión y decidir cómo reaccionar ante ellos. Aprendió a enfrentar sus miedos poco a poco, superando su rechazo inicial.

Desde aquel día en adelante, Manuela ya no se sentía confundida ni avergonzada por su reacción al asco. Recordaba las palabras sabias de su padre y entendía que era una respuesta natural de su cuerpo para protegerse.

Manuela descubrió un mundo lleno de nuevas experiencias sin temor al asco. Apreciaba cada momento con una nueva perspectiva y compartía con otros lo aprendido sobre esos sentimientos tan importantes. Y así, Manuela siguió creciendo felizmente, abrazando tanto los momentos hermosos como los desafiantes en su vida.

Porque ahora sabía que el asco no era más que una pequeña parte del gran espectro emocional que nos hace humanos.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!