El asistente inesperado
Emiliano era un niño muy activo y deportista. Vivía en el balneario de Guazuvira, donde pasaba sus días corriendo por la playa y jugando al fútbol con sus amigos.
Un día, mientras se preparaba para ir a jugar un partido importante con su equipo, Emiliano tropezó y se lastimó el tobillo. El dolor era tan fuerte que no podía caminar bien y mucho menos jugar al fútbol.
-¡Oh no! ¿Qué voy a hacer ahora? -se lamentaba Emiliano mientras trataba de levantarse del suelo. Sus padres lo llevaron al médico, quien le diagnosticó una lesión en el tobillo que requeriría reposo absoluto durante algunas semanas.
Emiliano estaba devastado, sabía que esto significaría perderse los partidos más importantes de la temporada. Pero su entrenador no lo dejó tirar la toalla tan fácilmente. Le propuso ser el asistente técnico del equipo durante ese tiempo para ayudarlos desde afuera del campo.
Al principio, Emiliano estaba un poco desanimado porque quería estar dentro del campo jugando junto a sus amigos. Pero poco a poco fue descubriendo lo gratificante que puede ser ayudar desde otro lugar.
Se dedicó a estudiar las tácticas del equipo rival para poder brindarles información útil antes de cada partido. También les enseñó algunos trucos nuevos en los entrenamientos e incluso organizó una cena sorpresa para celebrar una gran victoria.
Finalmente llegó el último partido de la temporada y Emiliano estaba más emocionado que nunca por ver a su equipo ganar. Desde las gradas animaba sin parar y daba indicaciones precisas a sus compañeros. El partido estaba muy parejo y llegó el momento crucial.
Faltaban solo unos minutos para que terminara el partido y su equipo necesitaba un gol para ganar. Emiliano, desde las gradas, vio una oportunidad perfecta de jugada.
Le gritó a su mejor amigo que se adelantara en el campo e hizo una señal con la mano para indicarle exactamente cómo debía hacerlo. Su amigo entendió la señal y logró anotar el gol de la victoria gracias a esa jugada que Emiliano había ideado.
Todos los integrantes del equipo corrieron hacia él para abrazarlo y felicitarlo por su gran contribución al triunfo. Emiliano estaba tan emocionado que no podía contener las lágrimas.
Ese día aprendió una gran lección: aunque las cosas no siempre salgan como uno espera, siempre hay otras formas de seguir participando y ayudando desde otro lugar. Y así fue como Emiliano descubrió que ser asistente técnico era también muy divertido y gratificante.
FIN.