El Ático de los Recuerdos



Ainhoa subió de nuevo al ático de su casa. Esa parte de la casa siempre le había fascinado; era un lugar lleno de cajas, juguetes viejos y, sobre todo, fotos. En una estantería polvorienta encontró un álbum que nunca había visto. Con un toque de emoción abría cada página,

En medio de risas y abrazos, se topó con una foto de bodas de sus papás. Carmen y Luis estaban radiantes, con sonrisas que iluminaban la habitación. Ainhoa no pudo evitar sonreír al ver lo felices que se veían.

"¡Mamá! ¡Mirá esta foto!" -gritó desde el ático, mientras bajaba rápidamente las escaleras.

Carmen, que estaba en la cocina, vino corriendo al escuchar la voz de su hija.

"¿Qué pasa, Ainhoa?" -preguntó con curiosidad.

Ainhoa mostró la foto, aún con una sonrisa en su rostro.

"¿Cómo te enamoraste de papá? ¿Acaso lo conociste por mi abuelo Adán?" -preguntó emocionada, señalando una foto más antigua donde su abuelo aparecía con Luis.

Carmen soltó una risa suave.

"Claro, cariño. Tu papá y tu abuelo eran muy buenos amigos. Se conocieron en la cancha de fútbol, eran inseparables. Me acuerdo que una vez, el abuelo Adán nos invitó a una cena, y desde entonces, no pude dejar de pensar en él. Y así fue como todo comenzó."

Ainhoa escuchaba atenta.

"¿Pero qué pasó en esa cena?" -quiso saber.

Carmen hizo una pausa y pensó por un momento.

"Bueno, era un día muy divertido. Tu abuelo cocinó su famoso asado, y todos nos reímos mientras jugábamos a las cartas. A tu papá se le cayó el postre por toda la mesa, ¡y todos nos reímos mucho! Eso me hizo darme cuenta de lo divertido y encantador que era."

"¡Eso suena tan divertido!" -exclamó Ainhoa, imaginándose aquella escena.

Sin embargo, Ainhoa se puso un poco pensativa.

"Pero, ¿y si alguna vez discuten o no se entienden? ¿Eso les puede hacer dejar de amarse?"

Carmen sonrió comprensiva.

"Es normal tener diferencias, Ainhoa. El amor es sobre todo sobre el respeto y la comunicación. Tu papá y yo hemos tenido momentos difíciles, pero siempre hemos tratado de resolverlos juntos. Cada vez que enfrentamos un problema, lo hacemos más fuertes como pareja."

Ainhoa reflexionó un instante y volvió a mirar la foto de sus papás.

"Entonces, ¿el amor también es un trabajo en equipo?"

"Exactamente. También es apoyarse mutuamente y disfrutar juntas las pequeñas cosas de la vida."

Ainhoa sonrió, sintiéndose feliz de entender un poquito más sobre el amor y la vida de sus padres.

"¿Sabés qué? Quiero hacer algo especial para ustedes. Tal vez una cena en el jardín y siento que se lo merecen. Al igual que tu abuelo hizo con nosotros. ¡Me encantaría cocinar como él!"

Carmen se quedó impresionada.

"Eso sería maravilloso, hija. Pero recuerda, cocinar puede ser un desafío. Es bueno pedir ayuda y aprender de los demás."

"De acuerdo, mamá. ¡Te voy a pedir ayuda!"

Y así fue como Ainhoa decidió que quería organizar una cena especial. En los días siguientes, con ayuda de su madre, Ainhoa fue aprendiendo a cocinar. Dedicaron largas horas en la cocina, desde hacer empanadas hasta preparar un postre delicioso. En ese proceso, Ainhoa aprendió no solo a cocinar, sino también a comunicarse, a reírse de los errores y a disfrutar del tiempo juntas.

Finalmente, llegó la noche de la cena. Ainhoa había decorado el jardín con luces de colores, y la mesa estaba bien puesta, lista para recibir a sus padres. Cuando Carmen y Luis llegaron, sus ojos se llenaron de sorpresa al ver todo preparado.

"¡Wow! Esto se ve increíble, Ainhoa." -dijo Luis, llenándose de orgullo.

"¡Gracias! Hice todo con amor, como ustedes me enseñaron," -respondió Ainhoa, mirando a su mamá con una sonrisa.

La noche resultó ser una celebración llena de risas, anécdotas y, sobre todo, amor. Ainhoa entendió que el amor no era solo una palabra, sino una acción, un esfuerzo diario por cuidar y valorar a quienes amamos.

FIN.

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