El Aula de los Acuerdos



Era un día soleado en la Escuela del Bosque, donde un grupo de niños estaba listo para comenzar su nuevo año escolar. La maestra, la señora Rosa, había preparado una actividad especial para el primer día. Al entrar al aula, los chicos notaron una gran hoja en la pared que decía: "Acuerdos del Aula".

"¿Qué son los acuerdos?" - preguntó Tomás, un niño curioso de gafas.

"Son reglas que nos ayudan a trabajar y vivir en armonía en el aula", - contestó la señora Rosa "Hoy vamos a crear nuestros propios acuerdos juntos."

Los niños se sentaron en círculo, y la señora Rosa empezó a guiar la actividad.

"Primero, tengo una idea. ¿Qué les parece si uno de los acuerdos es respetar la palabra de cada integrante?" - sugirió Ana, una niña siempre muy atenta.

"Sí, eso suena bien!" - dijo Matías, que siempre tenía mil ideas. "Y también podríamos acordar que no se interrumpa cuando alguien está hablando."

Poco a poco, los niños fueron aportando ideas y al final se quedaron con cinco acuerdos:

1. Respetar la palabra de los demás.

2. No interrumpir.

3. Ayudarse entre todos.

4. Mantener el aula limpia.

5. Escuchar con atención.

"¡Perfecto! Ahora, si cumplimos estos acuerdos, podremos tener un aula agradable para todos", - dijo la señora Rosa emocionada.

Los chicos estaban muy contentos y decidieron escribir los acuerdos en una gran cartelera en la pared. Pero no todo sería fácil. Al día siguiente, durante una actividad grupal, pasó algo inesperado. Joaquín, un niño que muchas veces era un poco desordenado, empezó a hacer ruidos y a interrumpir a sus compañeros, olvidándose de los acuerdos.

"¡Joaquín, acordate de que no podemos interrumpir!" - le dijo Clara, un poco frustrada.

"No pasa nada, solo quería ayudarles un poco. ¡Miren lo que puedo hacer!" - respondió Joaquín, sin darse cuenta de que estaba interrumpiendo a otros.

Poco después, la señora Rosa los escuchó y decidió intervenir.

"Chicos, ¿qué está pasando aquí?" - preguntó con amabilidad.

"Joaquín no respeta la palabra de los demás y no deja que nadie hable" - respondió Clara.

"Es verdad, Joaquín, ¿puedes intentar escuchar a tus compañeros por un momento? Tal vez tengan ideas muy interesantes que compartir." - sugirió la señora Rosa.

Joaquín se sintió un poco mal y su rostro se tornó rojo.

"Lo siento, no quise interrumpirles. Solo me emocioné mucho con la actividad" - se disculpó.

"No hay problema, Joaquín, todos cometemos errores. ¿Te parece si intentamos hacer esto juntos?" - dijo Ana, mostrando empatía.

Joaquín asintió y todos decidieron hacer una ronda en la que cada uno pudiera expresar su idea sin interrumpir. Era el momento perfecto para recordar la importancia de los acuerdos. Con cada intervención, Joaquín se dio cuenta de lo valioso que era escuchar a sus compañeros. Desde ese día, se propuso ser más atento y respetar las palabras de los demás.

Los días pasaron, y el aula floreció en un ambiente de respeto y amistad. Sin embargo, un día, otro problema surgió. Lucía, que siempre cuidaba el aula y mantenía el orden, decidió que no quería limpiar.

"¿Para qué? Total, el próximo recreo viene alguien y lo desordena todo de nuevo" - dijo con desánimo.

"¡Pero Lucía!" - exclamó Matías. "Si todos pensamos así, el aula se llenará de cosas tiradas y nadie se sentirá cómodo aquí. Recuerda nuestro acuerdo de mantener el aula limpia."

Lucía se sintió un poco apenada. Sabía que tenía razón.

"Tienen razón, chicos. Tal vez no vea el valor ahora, pero nuestro aula merece ser un lugar lindo para todos" - dijo Lucía, y decidió ayudar a limpiar.

Al final del día, la señora Rosa les preguntó:

"¿Cómo se sienten hoy en el aula?"

"¡Genial!" - gritaron todos al unísono, sonriendo.

"Y ahora, ¿por qué creen que es importante respetar los acuerdos?" - continuó la señora Rosa.

Los niños se miraron entre sí, y Clara fue la primera en responder:

"Porque así todos nos sentimos bien y podemos disfrutar de aprender juntos."

"Sí! Es como construir un castillo, todos tenemos que poner un ladrillo para que sea firme y no se caiga" - dijo Joaquín, haciendo referencia a su amor por la construcción.

"Exactamente"  - sonrió la señora Rosa. "Recuerden, los acuerdos nos ayudan a crear un espacio donde todos somos escuchados, ayudados y respetados. Cada uno es un ladrillo fundamental en nuestro castillo de aprendizaje."

Y así, con el aula llena de risas y aprendizaje, los niños entendieron la importancia de respetar sus acuerdos, convirtiéndose en verdaderos constructores de su propia comunidad.

Desde ese día, el aula del Bosque nunca volvió a ser la misma. Los acuerdos se habían vuelto parte de su día a día, y cada vez que surgía un nuevo desafío, recordaban las palabras de la señora Rosa y la magia de los acuerdos.

FIN.

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