El Auto Rojo y la Chica Valiente



Era un día soleado en la ciudad de La Plata, y Lola, una chica de diez años, estaba jugueteando con su pelota de fútbol en la vereda de su casa. Ella siempre soñó con ser una gran jugadora y había estado practicando con sus amigos cada tarde.

De repente, un auto rojo brillando bajo el sol apareció a lo lejos. Lola, concentrada en sus tiros, no se dio cuenta de que la pelota se había escapado y rodaba hacia la calle.

"¡Lola! ¡Cuidado!" gritó su amigo Tomi, desde el otro lado de la calle, mientras la pelota seguía avanzando hacia la calzada.

Lola, al escuchar el grito, miró rápidamente y vio la pelota dirigiéndose a la carretera.

"¡Oh no!" exclamó, corriendo hacia la calle. Pero el auto rojo, que iba a una velocidad moderada, giró rápidamente hacia la izquierda, y, aunque pasó cerca, no la impactó. Sin embargo, Lola resbaló y cayó al suelo.

"¡Estoy bien!" dijo con una sonrisa para tranquilizar a Tomi, aunque su rodilla estaba raspada.

El conductor del auto, un hombre de alrededor de 40 años, se detuvo rápidamente. Con una expresión preocupada, bajó la ventanilla.

"¿Estás bien, pequeña?" preguntó el hombre, casi gritando, todavía con el corazón en la boca.

"Sí, solo me raspé un poco, gracias por parar..." respondió Lola, aunque su rodilla le ardía.

"Sabés, a veces la adrenalina nos hace correr sin pensar. Siempre hay que mirar bien antes de cruzar", aconsejó el hombre, dándole una pequeña sonrisa.

"Lo sé, lo sé. Me dejé llevar por el juego", dijo Lola, mientras se limpiaba las lágrimas que había soltado al caer.

En ese momento, una idea se instaló en la cabeza de Lola. Ella siempre había querido organizar un partido de fútbol en el barrio, pero nunca había conseguido que todos se unieran. Entonces, vio en esta situación una oportunidad para aprender.

"¡Claro! Voy a hablar con todos mis amigos y les diré que debemos ser más cuidadosos. ¡Haré un equipo del barrio, pero con reglas de seguridad!" exclamó entusiasmada.

"Esa es una gran idea. Podrías también incluir a los adultos. Podría ser una forma divertida de enseñar a los más chicos a estar atentos a la hora de jugar en la calle", sugirió el hombre del auto rojo, con un guiño cómplice.

Impulsada por esa nueva idea, Lola se levantó, se limpió los pantalones y saltó con entusiasmo. Tras unas semanas, organizó un gran partido de fútbol en la plaza del barrio.

Lola, con su megáfono improvisado, anunció: "¡Atención, todos! Este sábado a las cinco de la tarde, está invitada toda la vecindad a la Copa de Seguridad de Lola! Vamos a jugar y aprender juntos sobre la seguridad en la calle, con actividades y juegos divertidos para todos. ¡No se lo pierdan!"

El día del evento, la plaza estaba llena de niños y adultos. Los equipos jugaban, pero también había espacios donde se enseñaba a los chicos cómo mirar a ambos lados antes de cruzar y otros consejos importantes.

Lola se sintió increíblemente feliz viendo a todos disfrutar y aprendiendo al mismo tiempo. Al final del día, ambos equipos recibieron medallas de papel que ella había hecho, y el hombre del auto rojo fue invitado a dar unos consejos al final del evento.

"Hoy aprendimos que jugar es muy divertido, pero siempre hay que hacerlo de manera segura. Muchas gracias, Lola, por recordarnos a todos que cuidar de nosotros y de los demás es clave" dijo el hombre con una sonrisa.

"Gracias a todos por venir y aprender conmigo. ¡Hasta la próxima!" gritó Lola, con su mega sonrisa que iluminaba la plaza. Y así, Lola no solo se convirtió en la chica del barrio que soñaba con ser futbolista, sino también en una gran comunicadora sobre la seguridad al jugar.

Cada año, el evento se repitió con más y más personas, y siempre recordaban a Lola como la fundadora de la Copa de Seguridad, la chica que transformó un pequeño incidente en una gran enseñanza para todos.

FIN.

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