El Autorretrato de Cada Uno


Había una vez dos hermanos, Tomás y Martina, que eran muy diferentes entre sí. Tomás era alto y atlético, amante del deporte y muy sociable, mientras que Martina era más baja, tranquila, y disfrutaba pasar horas leyendo y pintando. A pesar de ser hermanos, constantemente se burlaban el uno del otro por sus diferencias. Un día, cansada de escuchar peleas constantes, la mamá decidió intervenir. Les explicó que era importante aprender a respetar las diferencias y que debían apreciar las cualidades únicas de cada uno.

Les dio una tarea especial: tenían que hacer un autorretrato del otro. Tomás tendría que pintar un cuadro de su hermana Martina, mientras que Martina haría lo mismo con su hermano. Al principio, los dos estaban desanimados, pero poco a poco comenzaron a ver la tarea como un desafío emocionante.

Martina se sentó frente a su lienzo y comenzó a pintar a Tomás. Recordó su sonrisa brillante, sus ojos amables y su amor por el deporte. Mientras tanto, Tomás se esforzó por captar la esencia de Martina en su lienzo. Recordó su paciencia, su inteligencia y su creatividad. A medida que pintaban, poco a poco comenzaron a apreciar las cualidades que antes tanto los molestaban.

Finalmente, llegó el día en que ambos terminaron sus autorretratos. La mamá los colocó en frente de ellos y los dos se miraron con asombro. Por primera vez, se dieron cuenta de que las diferencias que antes los separaban, en realidad los complementaban. Tomás admiró el retrato de Martina y se dio cuenta de la hermosa persona que era su hermana, y Martina sonrió al ver lo bien que Tomás la había representado.

Desde ese día, Tomás y Martina aprendieron a respetarse mutuamente. Se dieron cuenta de que no tenían que ser iguales para llevarse bien, y que las diferencias eran precisamente lo que los hacía especiales. A partir de entonces, en lugar de burlarse, se apoyaron mutuamente en sus intereses y descubrieron un nuevo nivel de amor y respeto entre ellos.

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