El Aventura de Corina y sus Hijos



Corina era una docente de arte y cultura que amaba la naturaleza y las aventuras. Pero no sólo eso: tenía dos hijos pequeños, Tomás y Sofía, que eran muy curiosos y aventureros como ella. Cada fin de semana, Corina se le ocurría una nueva excursión o actividad para disfrutar juntos.

Un sábado por la mañana, mientras desayunaban, Corina les dijo: "Hoy quiero que hagamos un viaje emocionante. He encontrado un lugar con grandes paisajes, riachuelos y cascadas. ¿Qué les parece?"

"¡Sí! ¡Vamos!" - respondieron Tomás y Sofía casi al unísono, llenos de entusiasmo.

Empacaron su mochila con bocadillos, agua y una cámara para capturar todos los momentos. Cuando llegaron al destino, se quedaron asombrados por la maravilla de la naturaleza que se extendía ante ellos. Había árboles altos que parecían tocar el cielo y flores de todos los colores.

"¡Miren esos riachuelos!" - exclamó Tomás, corriendo hacia el agua.

"Cuidado, no te vayas muy lejos, hermano!" - lo advirtió Sofía, mientras Corina sonreía, observando la alegría de sus hijos.

Se acercaron a uno de los riachuelos más grandes, donde podían escuchar el murmullo del agua y la suave brisa movía las hojas de los árboles como si fueran parte de una danza. Corina decidió que era un buen momento para que sus hijos aprendieran sobre el arte de la naturaleza.

"Chicos, ¿qué les parece si hacemos un dibujo de este lugar?"

"¡Sí!" - gritaron. Tomás sacó su cuaderno y Sofía se sentó junto a una roca, encontrando inspiración en la belleza que la rodeaba.

Mientras dibujaban, un ruido extraño resonó entre los árboles.

"¿Qué fue eso?" - preguntó Sofía, mirando hacia la dirección del sonido. Corina se acercó y, de repente, un pequeño ciervo apareció detrás de un arbusto.

"¡Miren!" - dijo Corina emocionada. El ciervo, no muy lejos de ellos, seguía moviéndose con curiosidad.

"¡Quiero dibujarlo!" - exclamó Tomás, comenzando a esbozar al animal que, aunque asustado, parecía estar interesado en los niños.

Después de un rato, Tomás y Sofía terminaron sus dibujos y Corina los animó a compartirlos.

"Me encanta cómo han retratado la belleza de este lugar. Recordemos siempre cuidar de la naturaleza, porque ella nos da tanto", les dijo Corina.

"¿Nos podemos llevar la naturaleza a casa?" - preguntó Sofía, con los ojos llenos de ilusión.

"Sí, pero no físicamente. Podemos llevar su espíritu, su creación y todo lo que aprendamos aquí dentro de nosotros", contestó Corina, asegurando que entendieran el valor de preservar la belleza del mundo.

Cuando el sol comenzó a ponerse, decidieron que era hora de regresar. Pero antes de irse, Corina sugirió hacer algo especial.

"Vamos a hacer una pequeña promesa. Cada vez que vengamos a la naturaleza, dejaremos un pedacito de arte aquí, algo que nos recuerde este momento. ¿Qué les parece?"

"¡Sí!" - dijeron Tomás y Sofía, emocionados.

Así que dejaron un dibujo de su aventura en un tronco de árbol. "Aquí quedará nuestro arte para que otros lo vean" - dijo Sofía, llena de alegría. Corina sonrió, viendo cómo sus hijos compartían su amor por la naturaleza y el arte.

De regreso a casa, Tomás y Sofía seguían hablando sobre su día especial, prometiendo volver al lugar y dejar más dibujos. Y cada fin de semana se convertiría en una nueva aventura, donde aprenderían a conectar con la naturaleza y a crear hermosos recuerdos juntos. Corina estaba orgullosa de que sus hijos entendieran la importancia de cuidar el medio ambiente y de aprender de cada experiencia.

Y así, cada vez que se sumergían en un nuevo paisaje, una nueva historia e inspiración nacía, llenando sus corazones de amor mucho más grande que cualquier aventura. La naturaleza se convirtió en su lienzo, y cada rincón que exploraban se transformaba en arte. El final de este capítulo era sólo el inicio de muchas más aventuras por venir.

FIN.

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