El Aventura de Mateo en el Jardín Mágico
Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires un niño llamado Mateo. Mateo era un niño con Síndrome de Down, pero eso no le impedía ser el más travieso, bueno y trabajador del lugar. Siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás y a hacer reír a sus amigos con sus ocurrencias.
Un día, mientras jugaba en su jardín, Mateo decidió que quería transformar ese espacio en el jardín más bonito de todo el vecindario. "¡Quiero que todos vengan a jugar aquí!", dijo emocionado Mateo, mientras miraba las flores marchitas y las hojas secas.
Con su espíritu creativo, empezó a juntar herramientas de jardinería que había en el garaje de su papá. "¡Primero, hay que limpiar!", gritó. Y así fue como dio inicio a su gran proyecto.
Mateo trabajó muy duro, sacando hojas y regando las plantas. Mientras lo hacía, su vecina, la señora Rosa, se asomó por la ventana. "¿Qué haces, Mateo?", preguntó curiosa.
"Voy a hacer que este jardín sea hermoso para que todos lo disfruten!", respondió con una sonrisa de oreja a oreja.
"¡Eso me encantaría ver! Pero, ¿necesitas ayuda?", le ofreció la señora Rosa.
"¡Sí, por favor! Siempre es más divertido trabajar en equipo!"
Juntos comenzaron a plantar flores de colores, a arreglar los muebles del jardín y a construir un pequeño barco de cartón gigante. Los niños del barrio no tardaron en unirse al emocionante proyecto de Mateo. Con risas y canciones, el lugar se llenó de alegría y trabajo en equipo.
Un día, mientras Mateo estaba regando las plantas, se dio cuenta de que algunas habían crecido más de lo esperado. "¡Miren esto!", exclamó, llamando a todos. "Estas flores son mágicas, ¡crecen más rápido cuando cantamos!".
Los niños, intrigados por la idea, comenzaron a cantar canciones divertidas mientras cuidaban del jardín. Y lo que sucedió a continuación los dejó a todos asombrados: ¡las flores brillaban con más intensidad! Atraídos por este fenómeno, los vecinos empezaron a acercarse, preguntando qué estaba pasando.
"Mateo, ¿es verdad que las flores brillan cuando cantamos?", preguntó su amigo Lucas.
"¡Sí! Vamos a cantar todos juntos!", dijo Mateo, enérgico.
Y así, los vecinos se unieron a la alegría. Pero en medio del bullicio, un extraño niño apareció en la entrada del jardín. Se vio un poco triste, con una mochila a cuestas. "¿Qué estás haciendo aquí?", le preguntó Mateo, al verlo.
"Vine a ver qué hacían, pero nunca me invitan a jugar", respondió el niño con voz temblorosa.
Mateo se acercó a él y sonrió. "¡Vení, te necesitamos! Aquí todos son bienvenidos!", invitó. El niño, sorprendido, dudó un momento, pero luego sonrió al ver que todos se acercaban a conocerlo. "Soy Tomás, y me gustaría ayudar!"
Juntos, empezaron a cantar y a trabajar. Con la ayuda de Tomás, el jardín se convirtió en un lugar aún más especial, y lo que comenzó como un proyecto se transformó en una gran fiesta. Todos juntos, vivieron momentos inolvidables, risas, juegos y el sentimiento de pertenencia.
Pero la historia no termina ahí. Un día, los padres de Mateo decidieron hacer una gran inauguración del jardín. Invitaron a todas las familias del barrio y prepararon juegos, comida y música.
"Este jardín está lleno de magia gracias a todos ustedes!", explicó Mateo, emocionado, al inicio de la fiesta.
Y así, en un ambiente lleno de amor y amistad, el jardín floreció, no solo con hermosas flores, sino también con nuevos lazos y la unión del vecindario.
Desde aquel día, el jardín se convirtió en el lugar favorito de todos, donde la magia provenía de la sonrisa de un niño travieso, bueno y trabajador como Mateo. Siempre había espacio para jugar, cantar y, sobre todo, para incluir a todos.
Mateo, que un día fue solo un niño soñador, se convirtió en un líder natural, enseñando que con esfuerzo, creatividad y un poco de música, se puede hacer magia en la vida de los demás. Y así, el jardín mágico siempre tendría lugar para nuevos amigos y aventuras, todo gracias a la bondad y la perseverancia de Mateo.
FIN.