El Aventura de Roco y Tita
Había una vez en un colorido bosque, un pequeño animalito llamado Roco. Roco era un simpático y travieso mapache que siempre estaba ocupado jugando y explorando. Sin embargo, había un pequeño problemita: ¡Roco era muy desordenado! Su cueva estaba llena de hojas, ramas y juguetes, pero nunca encontraba lo que realmente necesitaba.
Un día soleado, Roco decidió salir a recolectar algunas cosas hermosas del bosque. Recolectó piedras brillantes, plumas de colores y hasta un par de caracoles. Cuando llegó de vuelta a su cueva, exclamó:
- ¡Mirá cuántas cosas encontré! ¡Soy el mejor recolector del bosque!
Sin embargo, al intentar guardar todos sus tesoros, se dio cuenta de que no podía encontrar su caja para guardar todo. Buscó por aquí, buscó por allá, pero nada. La cueva estaba tan desordenada que era imposible encontrarla.
Desesperado, Roco salió de su cueva y se topó con su amiga Tita, la tortuga. Tita era todo lo opuesto a Roco: ¡era meticulosa y organizada!
- ¡Hola, Roco! ¿Por qué tienes esa cara larga?
- Perdí la caja donde guardo mis tesoros. Todo está desordenado y no puedo encontrarla.- respondió Roco, rascándose la cabeza.
- No te preocupes, Roco. Yo te puedo ayudar. ¿Te gustaría que lo hiciéramos juntos?
Roco, sintiendo un poquito de vergüenza por su desorden, aceptó. Así que Tita, con su andar calmado, comenzó a guiar a Roco.
- Primero, necesitamos un plan. Vamos a dividir tu cueva en secciones. ¿Te parece?
- ¡Sí! -dijo Roco, un tanto emocionado por la idea.
Así, comenzaron por la sección de las hojas. Tita le enseñó a Roco cómo hacer montones y separarlos por colores. Roco fue muy entusiasta y en poco tiempo se llenó de energía.
- ¡Mirá cómo brillan mis hojas! -exclamó Roco.
- Ahora, sigamos con los juguetes.- dijo Tita, sonriendo.
- Ah, esos los guardé en… uh… ¿dónde? - Roco se dio cuenta de que no tenía ni idea.
Tita, aliviando su preocupación, dijo:
- No hay problema, Roco. ¿Qué juguete recuerdas que usaste hace poco?
- ¡Creo que jugué con la pelota azul! -contestó Roco, recordando.
Juntos buscaron por toda la cueva hasta que, detrás de algunas ramas, encontraron la pelota azul. Roco saltó de alegría:
- ¡Lo logramos, Tita! ¡Sos una genia!
Continuaron organizando y, poco a poco, Roco aprendió a mantener el orden. En un momento, Tita exclamó:
- ¡Mirá, Roco, ahí está tu caja de tesoros! ¿Te das cuenta de que estaba justo al lado de donde empezamos?
Roco, sorpresa, se ahuecó un poco, y agregó:
- Quizás, si no hubiera tenido todo tan desordenado, la hubiera encontrado antes. ¡Gracias, Tita, por ayudarme!
Pero cuando pensaban que todo había terminado, Roco recordó:
- ¡Espera! ¿Dónde están las plumas que recolecté?
Ambos se pusieron a buscar nuevamente, y luego de un rato Roco se dio cuenta que una de las plumas estaba en su gorra.
- ¡Jajaja! ¡Era yo el que las había perdido!
Roco y Tita se echaban a reír mientras se miraban y comprendían que a veces el desorden no solo se trata de las cosas, sino de las experiencias, la risa y el aprendizaje. Con la cueva organizada, Roco le prometió a Tita:
- Desde hoy, voy a mantener todo en orden. Aprendí que la organización hace todo más fácil y divertido.
- ¡Exactamente! -respondió Tita, satisfecha. - Cada cosa en su lugar.
Y así, juntos, Roco y Tita se despidieron, pero ambos sabían que habían empezado una nueva aventura: ser amigos y aprender el uno del otro, en el orden y el desorden de la vida. Roco entendió que está bien ser desordenado a veces, pero que siempre es bueno contar con un amigo que te enseñe a encontrar el equilibrio.
Desde entonces, el bosque se llenó de risas mientras Roco y Tita organizaban nuevas aventuras juntos, donde la amistad y el orden se convirtieron en grandes tesoros de su historia.
FIN.