El Aventura en el Campo
Era un hermoso día soleado cuando la maestra Valeria decidió llevar a sus alumnos de la clase de tercer grado a un paseo al campo. Los chicos estaban muy emocionados. Siempre habían escuchado historias sobre el campo y sus maravillas.
- ¡Se viene una aventura increíble! - exclamó Luca, con su típica energía.
- Sí, ¡quiero ver muchos animales! - gritó Sofía, mientras saltaba de alegría.
- ¡Y flores! - añadió Tomás, que ya tenía en mente hacer un ramo para su mamá.
Valeria sonrió al ver la emoción de sus alumnos. Era su primera salida al aire libre del año y quería que fuera inolvidable. Cuando llegaron al campo, los niños se quedaron sorprendidos por la vastedad del lugar. Había árboles enormes, un río que corría alegremente y un montón de flores de colores por todas partes.
- ¡Miren! - dijo Valeria señalando una colina. - ¿Quién se anima a subir y ver la vista desde arriba?
- ¡Yo, yo! - gritaron todos al unísono.
Con sus risas y carreras, los niños subieron la colina. Al llegar a la cima, quedaron maravillados por la vista deslumbrante. El río brillaba bajo el sol y los pájaros volaban por el cielo.
- ¡Es hermoso! - dijo Sofía con ojos brillantes.
- ¡Esto es mejor que la tele! - exclamó Luca.
- ¡Vamos a jugar! - sugirió Tomás, y sin esperar respuesta, comenzó a rodar por la pendiente.
Mientras jugaban, Valeria se sentó y decidió hacer una actividad diferente. Les pidió que se sentaran en círculo y les habló sobre la importancia de cuidar la naturaleza.
- Esta hermosa vista es un tesoro. ¿Qué creen que podemos hacer para cuidarla?
- No tirar basura - dijo Luca.
- Plantar más árboles - sugirió Sofía.
- Cerrar bien las botellas de agua para no contaminar - agregó Tomás.
Valeria quedó muy satisfecha con las respuestas de sus alumnos. Los niños demostraban que estaban aprendiendo a cuidar del medio ambiente, lo que la llenaba de orgullo.
En ese momento, un ruido extraño interrumpió la actividad. Todos se miraron sorprendidos.
- ¿Qué fue eso? - preguntó Tomás, con un poco de miedo.
- Vamos a investigar - dijo Valeria con entusiasmo. - Acompáñenme.
Se acercaron lentamente hacia el origen del ruido y encontraron a un pequeño ciervo que parecía atrapado entre unos arbustos.
- ¡Pobrecito! - exclamó Sofía.
- No se asuste, vamos a ayudarlo - dijo Valeria.
Los niños se agruparon en torno a la maestra, que les explicó cómo podían deshacer los arbustos con cuidado para liberar al ciervo.
- Debemos ser delicados y no asustarlo más - les dijo. - ¡Vamos, ayuden a despejar el camino!
Trabajaron juntos con mucho cuidado y, después de unos minutos, lograron liberar al ciervo. El animal, agradecido, dio un salto y se alejó rápidamente hacia el bosque.
- ¡Lo hicimos! - celebró Luca. - ¡Ayudamos a un animal!
- Sí, ¡somos héroes! - dijo Tomás, riendo.
Después de la emocionante experiencia, Valeria decidió que era hora de un picnic. Junto a un árbol frondoso, sacaron sus meriendas y compartieron risas y anécdotas.
- Esta fue una aventura que nunca voy a olvidar - dijo Sofía mientras mordía un sándwich.
- Y todo gracias a nuestra maestra - agregó Luca con una sonrisa.
Valeria se sintió feliz al escuchar esas palabras. No solo habían tenido un día divertido, sino que también habían aprendido sobre la importancia de cuidar la naturaleza y ayudar a los demás. Antes de regresar a casa, la maestra les pidió que hicieran un dibujo sobre su aventura y lo que habían aprendido.
De camino de vuelta a la escuela, todos hablaban de lo que habían vivido y prometieron volver al campo para explorar más y seguir cuidando del planeta.
- ¡El año que viene, de nuevo! - gritó Tomás entusiasmado.
Valeria sonrió, sintiéndose satisfecha. No solo había llevado a sus alumnos a un paseo inolvidable, sino que también había sembrado en ellos las semillas del cuidado y la amistad con la naturaleza.
Y así, el día en el campo terminó, pero las enseñanzas de aquella aventura continuarían floreciendo en sus corazones.
FIN.