El baile de Agustina y Mirell



Érase una vez, en un pequeño pueblo argentino, una niña llamada Agustina que amaba bailar. Desde chica, su sueño era convertirse en una gran bailarina y deslizarse por el escenario con gracia y alegría. Todos los días, después de la escuela, se ponía sus zapatillas de baile y practicaba con música a todo volumen en su habitación. Pero a veces, Agustina se sentía insegura sobre su talento.

Un día, mientras paseaba por el parque, se encontró con su amiga Mirell. Mirell era una niña a la que le encantaba hacer reír a los demás, pero también le apasionaba el baile.

"¡Hola Agustina! ¿Qué estás haciendo?", preguntó Mirell con una sonrisa.

"Nada, solo practicando un poco de baile", respondió Agustina, un poco tímida.

"¡Me encantaría ver cómo bailas!", exclamó Mirell.

Agustina sintió un cosquilleo en el estómago. No estaba segura de querer mostrarse frente a su amiga, pero al mismo tiempo, no quería decepcionarla.

"Bueno, si insistes... ¡Aquí voy!", dijo Agustina, sintiendo que debía dar lo mejor de sí.

Y así, se puso a bailar. Sus movimientos eran fluidos y llenos de energía. Mirell aplaudió con entusiasmo.

"¡Sos increíble, Agustina! Deberías presentarte a la competencia de baile de la próxima semana", sugirió Mirell.

"No sé, a veces siento que no soy lo suficientemente buena...", se lamentó Agustina, recordando algunos comentarios desafortunados que había escuchado de otros.

"¡Todos tenemos inseguridades! Pero bailamos porque amamos hacerlo, no porque busquemos ser perfectos!", animó Mirell.

Agustina pensó en las palabras de su amiga y decidió que tal vez podía intentarlo. Sin embargo, esa noche, mientras se preparaba, escuchó rumores de que otras chicas en el pueblo se estaban burlando de ella por su forma de bailar. Esto la hizo dudar nuevamente.

"¿Por qué me gustaría presentarme si me van a molestar?", se decía Agustina.

Al día siguiente, en la escuela, Mirell notó que Agustina estaba diferente.

"¿Te pasa algo?", le preguntó inquieta.

"Escuché que me están burlando de mis pasos de baile y… no sé si quiero participar", contestó Agustina, con la mirada baja.

"Pero las burlas no definen quién sos. Lo importante es lo que sentís cuando bailás. Y si bailás con el corazón, nadie puede quitarte eso", la alentó Mirell.

Después de pensarlo, Agustina decidió que se presentaría a la competencia. Esa noche, se pasó horas practicando con Mirell, quien la alentaba cada vez que dudaba.

El día del evento, un gran escenario se levantaba en la plaza del pueblo, lleno de luces y emoción. Las niñas esperaban su turno, y Agustina sentía mariposas en el estómago. Pero Mirell estaba a su lado, dándole apoyo.

"Recordá, Agustina: el baile es tuyo. Disfrutá cada paso y no les des poder a los que se burlan", le susurró Mirell.

Cuando llegó su turno, Agustina se puso en medio del escenario. Prendieron la música y, con cada nota, sus miedos se fueron desvaneciendo. Recordó lo que Mirell le había dicho y dejó que su corazón guiara cada movimiento. El público comenzó a aplaudir y a animarla.

Cuando terminó su presentación, el lugar estalló en aplausos. Agustina sonrió radiante mientras Mirell corría a abrazarla.

"¡Lo hiciste! Sos una gran bailarina, Agustina!", gritó Mirell.

A medida que recibía elogios, Agustina se dio cuenta de que no importaban las burlas. Lo que contaba era su pasión por el baile y el apoyo incondicional de su amiga. Al final de la competencia, aunque no ganó, se sintió como la triunfadora más grande del mundo.

Desde ese día, Agustina entendió que el verdadero valor está en lo que uno ama hacer y en compartirlo con quienes verdaderamente nos apoyan. Las chicas que se burlaban no importaban, porque el amor por el baile y la amistad eran más fuertes que cualquier burla.

Así, Agustina y Mirell continuaron bailando juntas, y su amistad se hizo más fuerte que nunca, demostrando que, a veces, los mejores premios vienen de adentro.

FIN.

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