El baile de la alegría



Érase una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, una talentosa joven llamada Cintia. Desde muy pequeña, Cintia había descubierto su pasión por la danza y se había convertido en una excelente bailarina.

Su sueño era compartir su amor por el arte con otros niños y niñas del pueblo. Cintia decidió abrir su propia academia de danza y pronto se convirtió en la profesora más querida y respetada de la localidad.

Sus alumnos siempre estaban emocionados por ir a sus clases y aprender nuevos movimientos. Sin embargo, a medida que las fechas de las funciones anuales se acercaban, Cintia comenzaba a sentir ansiedad.

La presión de hacerlo bien y asegurarse de que todos sus alumnos brillaran en el escenario le generaba un gran estrés. A pesar de eso, ella seguía siendo feliz haciendo lo que amaba.

Un día, mientras caminaba por el parque pensando en cómo manejar su ansiedad, Cintia encontró a Mateo, un niño curioso que estaba jugando cerca del lago. Mateo notó la expresión preocupada en el rostro de Cintia y decidió acercarse para preguntarle qué le pasaba. "Hola señorita Cintia ¿Por qué parece tan preocupada?", preguntó Mateo con ternura.

Cintia sonrió al ver al niño interesado en sus sentimientos y decidió contarle sobre su ansiedad antes de las funciones. "Querido Mateo", dijo Cintia, "me encanta enseñar danza a mis alumnos y estoy emocionada por nuestra función anual.

Pero también siento mucha presión porque quiero que todo salga perfecto". Mateo pensó por un momento y luego dijo: "Señorita Cintia, la perfección no existe. Lo importante es hacer lo mejor que podamos y disfrutar del camino".

Cintia quedó sorprendida por la sabiduría de Mateo a pesar de su corta edad. Decidió seguir su consejo y cambiar su perspectiva.

En lugar de centrarse en la perfección, Cintia comenzó a enfocarse en el proceso de enseñanza y en el crecimiento de sus alumnos. Les recordaba constantemente que lo más importante era divertirse bailando y expresarse a través del arte.

A medida que se acercaba la función anual, Cintia notó que sus alumnos estaban menos preocupados por los errores y más emocionados por mostrar lo aprendido. Juntos, practicaron mucho y ayudaron a Cintia a superar su ansiedad. El día de la función llegó finalmente, el teatro estaba lleno de familiares orgullosos esperando ver el espectáculo.

Los niños salieron al escenario con confianza y demostraron todo lo que habían aprendido durante el año. Cintia miraba desde las sombras con una sonrisa radiante en su rostro.

Estaba orgullosa no solo del talento de sus alumnos sino también de sí misma por haber superado su ansiedad. Al finalizar el espectáculo, los aplausos resonaron en todo el teatro. Los padres se levantaron para ovacionar a los pequeños bailarines mientras ellos se abrazaban emocionados.

Cintia supo entonces que había hecho bien al seguir adelante a pesar de su ansiedad. Había encontrado la manera de disfrutar aún más su trabajo y había enseñado a sus alumnos una valiosa lección sobre el valor del esfuerzo y la pasión.

Desde aquel día, Cintia siguió enseñando danza con alegría y entusiasmo. Siempre recordaba las palabras de Mateo: "Lo importante es hacer lo mejor que podamos y disfrutar del camino". Y así, juntos, continuaron bailando y compartiendo felicidad en cada clase.

FIN.

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