El baile de la alegría


Había una vez un niño llamado Tomás, de seis años, que siempre estaba lleno de emociones. Tenía tantos sentimientos dentro de él, pero no sabía cómo expresarlos adecuadamente.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Tomás sintió una emoción muy fuerte. Era como si su corazón estuviera a punto de explotar de alegría. Pero no sabía cómo compartir esa emoción con los demás. Tomás decidió buscar ayuda y fue a ver a su abuela.

Ella era muy sabia y siempre tenía buenos consejos para él. "-Abuelita, tengo tantas emociones dentro de mí que no sé cómo expresarlas", le dijo Tomás con tristeza.

La abuela sonrió y le dijo: "-Querido Tomás, las emociones son como colores en tu corazón. Cada una tiene su propio brillo y belleza. Pero es importante saber cómo compartirlas". Tomás se quedó pensando en lo que la abuela le había dicho y decidió seguir su consejo.

Comenzó a explorar diferentes formas de expresión artística para comunicarse con los demás. Primero intentó pintar sus emociones en un lienzo. Usó colores brillantes para representar la alegría y tonos oscuros para mostrar la tristeza.

Sus cuadros eran hermosos, pero aún sentía que algo faltaba. Luego probó escribir poesías sobre sus emociones. Juntaba palabras bonitas y las convertía en versos dulces como el canto del pájaro al amanecer. Sin embargo, todavía sentía que algo no estaba completo.

Un día, mientras caminaba por el parque, Tomás encontró un grupo de niños bailando. Se acercó y les preguntó si podía unirse a ellos. "-Claro que sí", dijeron los otros niños emocionados.

Tomás se dejó llevar por la música y comenzó a moverse al ritmo de su corazón. Bailaba con tanta pasión que todos los demás quedaron impresionados. Su cuerpo era como una pintura en movimiento, expresando todas las emociones que había guardado dentro de él.

A partir de ese día, Tomás descubrió que el baile era la mejor manera de expresar sus emociones. Aprendió diferentes estilos y se convirtió en un gran bailarín.

Cuando llegaba el momento de mostrar sus sentimientos, Tomás subía al escenario y bailaba con todo su corazón. La audiencia quedaba cautivada por su talento y la forma en que transmitía cada emoción a través del baile. La fama no era lo más importante para Tomás.

Lo que realmente importaba era poder compartir sus emociones con los demás y hacerlos sentir algo especial. Con el tiempo, Tomás enseñó a otros niños cómo expresar sus propias emociones a través del baile.

Juntos formaron un grupo llamado "Los Bailarines Felices" y viajaron por todo el mundo compartiendo alegría y amor a través de su arte. Y así, gracias al poder del baile, Tomás aprendió a expresar todas las emociones que tenía dentro de él.

Nunca más tuvo miedo o vergüenza de mostrar lo que sentía porque sabía que siempre habría alguien dispuesto a escucharlo y entenderlo. Desde aquel día en adelante, Tomás vivió una vida llena de alegría y felicidad, siempre bailando al ritmo de su corazón.

Y cuando alguien le preguntaba cómo se sentía, él simplemente respondía: "-Soy feliz".

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