El Baile de la Amistad



En un pequeño pueblo llamado Ciénaga de Doña María, donde la brisa suave acariciaba los rostros de los niños, se erguía el colorido colegio Santa Teresa de Patiño. El sol brillaba sobre el tejado rojo y el canto de los pájaros llenaba el aire. Sin embargo, el pueblo atravesaba tiempos difíciles: la pesca había decaído, y la alegría de la gente parecía desvanecerse como el barro en el agua.

A pesar de esto, la cultura del pueblo se mantenía viva gracias al baile y la comida artesanal que unía a los vecinos. Todos los sábados, la plaza se llenaba de aromas de empanadas recién hechas y melodías de guitarras. Pero en el colegio, la convivencia no era igual de armoniosa. Existían distintos grupos que se juzgaban entre sí y no se permitían conocer al otro.

Una mañana, en el patio del colegio, Clara, una niña con trenzas y una sonrisa contagiosa, se acercó a su compañerita Sofía, quien siempre estaba rodeada de su grupo de amigas.

"Hola, Sofía. ¿Ya pensaste en la muestra de talentos de este viernes?" - preguntó Clara.

"¿Para qué? Si no me va a dejar salir de acá el grupo de siempre" - respondió Sofía, con desdén.

Clara, dolida, se dio cuenta de que el miedo al juicio había creado barreras invisibles entre los estudiantes. Así que decidió hacer algo al respecto. Se acercó a su amigo Mateo, un apasionado del baile, y le propuso una idea.

"¿Y si organizamos una coreografía para la muestra? ¡Pero todos tienen que participar, sin importar en qué grupo estén!" - sugirió Clara.

"Buena idea. Pero, ¿crees que aceptarán?" - dudó Mateo.

Clara asintió con determinación. "Si no lo intentamos, nunca lo sabremos. Vamos a invitar a todos y a mostrarles que juntos podemos crear algo hermoso".

Con un gran entusiasmo, invitaron a todos los grupos de la escuela a una reunión el viernes después de clase. Al principio, la respuesta fue fría.

"¿Por qué habría de bailar con ellos?" - se escuchó murmurar desde el fondo.

Pero Clara, llena de energía, sonrió y propuso otro enfoque. "¡En lugar de pelearnos, bailemos! Por cada paso que demos juntos, más cerca estaremos de conocernos. Y además, esto puede salvar a nuestro pueblo, ¡necesitamos unirnos!"

Intrigados, algunos comenzaron a relajarse. Otros se miraron entre sí, dudosos pero curiosos de lo que sucedería. Así, la magia del baile comenzó a deslizarse en el aire como un susurro.

El día de la muestra de talentos llegó. Clara se preparó junto a Mateo, Sofía y muchos más. Juntos, diseñaron una coreografía que combinaba pasos de distintos estilos de baile, representando la diversidad de la escuela. Mientras ensayaban, se dieron cuenta de que cada uno tenía algo especial que aportar.

"Miren, ¡mientras bailamos podemos hablar y reír!" - exclamó Mateo.

En cada ensayo, las risas reemplazaban los murmullos y el miedo. El día de la presentación, padres y vecinos se reúnen en la plaza. La música empezó a sonar, y los niños, de la mano, salieron al escenario.

Al ver la unión en el escenario, los adultos comenzaron a sonsacar a sus propios prejuicios. Aplaudieron con fuerza mientras los chicos bailaban, no solo entrelazando sus movimientos, sino también sus corazones. Asombrados, los alumnos de distintos grupos sonrieron, al darse cuenta de que cada uno traía consigo una historia y un talento único.

Al finalizar la actuación, Clara tomó el micrófono.

"Hoy hemos demostrado que, aunque seamos diferentes, ¡podemos bailar como uno solo!" - dijo, mirando a su alrededor. "¡No hay barrera que el entusiasmo y la amistad no puedan derribar!".

Los aplausos resonaron, llenando el aire de emociones. Desde ese día, la convivencia en el colegio de Santa Teresa de Patiño mejoró, los chicos comenzaron a compartir comidas artesanales y a incluirse mutuamente en sus bailes. La ciénaga lo sentía también; el sabor de unidad y colaboración revitalizaba el pueblo.

Y así, la conservación de su cultura los unió no solo para bailar, sino también para reír, jugar y crecer juntos. Gracias a la valentía de Clara, Mateo y Sofía, el pueblo de Ciénaga de Doña María aprendió una lección muy importante: no se debe juzgar sin conocer, porque al final, todos tienen algo valioso que aportar.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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