El baile de la amistad en Villa Ratonia
En un tranquilo y colorido pueblo llamado Villa Ratonia, vivía el gato Federico. Federico era un gato muy curioso y amigable, le encantaba cocinar deliciosos platos con frutas frescas y queso suave.
Sin embargo, había algo que lo entristecía: los ratones de Villa Ratonia le tenían miedo. Los ratones siempre corrían asustados cada vez que veían a Federico pasar cerca de ellos.
Esto entristecía mucho al gato, ya que en realidad él solo quería hacer amigos y compartir su amor por la cocina y la música. Un día, mientras preparaba una exquisita ensalada de frutas en su cocina, Federico tuvo una brillante idea.
- ¡Ya sé! Voy a organizar un gran baile en mi casa e invitaré a todos los habitantes de Villa Ratonia! - exclamó emocionado el gato.
Federico sabía que los ratones tenían miedo de él, pero creía firmemente que si lograba demostrarles lo divertido y amigable que podía ser, tal vez dejarían de temerle. Así que se puso manos a la obra y decoró su casa con luces brillantes, guirnaldas de colores y una deliciosa mesa llena de quesos variados y frutas frescas.
Llegó la noche del gran baile y poco a poco fueron llegando los habitantes de Villa Ratonia. Los ratones miraban con recelo al principio, manteniéndose en un rincón alejado de Federico.
Pero conforme avanzaba la noche y la música animada llenaba el ambiente, algunos ratones comenzaron a mover tímidamente sus patitas al ritmo de la melodía. - ¡Vamos chicos! ¡A bailar se ha dicho! - exclamó Federico mientras invitaba a los ratones a unirse a él en la pista.
Poco a poco, los ratones fueron venciendo su miedo y se acercaron al gato para bailar juntos. La risa y la alegría inundaron la casa mientras todos disfrutaban de la fiesta.
Incluso hubo uno valiente que se acercó a probar un trozo de queso preparado por Federico. - ¡Está delicioso! Nunca imaginamos que podríamos divertirnos tanto contigo, Federico - dijo uno de los ratones con una sonrisa sincera. El gato no pudo evitar sentirse emocionado al escuchar esas palabras.
Finalmente había logrado vencer el miedo y ganarse el cariño de los habitantes de Villa Ratonia gracias a su bondad y paciencia. Desde ese día en adelante, el gato Federico y los ratones se convirtieron en grandes amigos, compartiendo risas, bailes y exquisitas comidas juntos.
Y así fue como una simple fiesta se convirtió en el inicio de una hermosa amistad basada en el respeto mutuo y la aceptación sin prejuicios.
Porque como descubrieron Federico y los habitantes de Villa Ratonia aquella noche mágica: nunca hay que juzgar a alguien por las apariencias o temerle sin darle la oportunidad real para conocerlo verdaderamente.
FIN.