El baile de la felicidad



Érase una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, vivía Talita, una niña de 8 años llena de energía y alegría.

Lo que más le gustaba en el mundo era bailar, pero no solo eso, también disfrutaba de pasar tiempo con su familia y amigos. Talita asistía a clases de danza todos los días después del colegio. Allí aprendía diferentes estilos como ballet, jazz y hip-hop.

Su profesora siempre decía que tenía mucho talento y que algún día podría convertirse en una gran bailarina.

Un día, mientras practicaba sus pasos favoritos frente al espejo de su habitación, Talita se dio cuenta de algo muy importante: aunque amaba bailar, lo que realmente la hacía feliz era compartir esos momentos con las personas que más quería. Esa tarde invitó a sus padres y a su hermanito Juanito a verla bailar en el salón de la casa.

Con música alegre sonando por los parlantes, Talita hizo piruetas y movimientos graciosos mientras sus padres aplaudían emocionados. Juanito reía sin parar al verla moverse tan rápido. Después del baile, toda la familia se sentó en el sofá para disfrutar juntos de una película divertida.

Comieron palomitas de maíz y rieron tanto que parecían no tener fin. Al día siguiente en el colegio, Talita compartió con sus amigos lo mucho que había disfrutado esa tarde junto a su familia.

Todos ellos tenían diferentes pasatiempos: algunos tocaban instrumentos musicales, otros pintaban o jugaban fútbol. Pero lo más importante era cómo cada uno encontraba la felicidad en compartir esos momentos con sus seres queridos.

Un día, la profesora de Talita les propuso a los alumnos hacer un espectáculo para recaudar fondos para una escuela cercana que necesitaba ayuda. Todos estaban emocionados y comenzaron a pensar en qué podían hacer. Talita sugirió que cada uno mostrara su talento especial.

Así, podrían bailar, tocar música, pintar cuadros y mucho más. La idea fue aceptada por todos y comenzaron a prepararse para el gran evento. Llegó el día del espectáculo y el salón se llenó de padres, abuelos y amigos ansiosos por ver lo que los niños habían preparado.

Talita estaba nerviosa pero emocionada al mismo tiempo. Cuando llegó su turno, subió al escenario junto a sus amigos bailarines. Los focos se encendieron y la música comenzó a sonar.

Con gracia y alegría, Talita dio lo mejor de sí misma mientras su familia la miraba orgullosa desde el público. Al finalizar la presentación, todos aplaudieron con entusiasmo. Habían logrado recaudar una gran cantidad de dinero para ayudar a la escuela necesitada.

Después del espectáculo, Talita se sintió feliz y satisfecha por haber compartido ese momento especial con su familia y amigos. Comprendió que aunque amaba bailar, también disfrutaba enormemente estar rodeada de las personas que le importaban.

Desde aquel día, Talita siguió asistiendo a sus clases de danza con pasión, pero ahora también encontraba tiempo para disfrutar de momentos agradables junto a su familia y amigos. Bailando o no, lo más importante era estar juntos y hacer que cada instante fuera especial.

Y así, Talita descubrió que la verdadera felicidad se encuentra en compartir momentos llenos de amor y alegría con las personas que más queremos.

FIN.

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