El Baile de la Marinera



Había una vez en un pequeño pueblo argentino, dos jóvenes llenos de sueños y alegría: Fernanda y Ryan. Fernanda era una talentosa bailarina con un gran amor por la marinera, un baile tradicional que contaba la historia de la cultura y la alegría de su país. Ryan, por otro lado, era un apasionado de la música y siempre le había creído a la marinera una danza encantadora.

Un día, el colegio de su pueblo anunció un certamen de belleza en el que se premiaría a la pareja que mejor representara los valores de la cultura local. Fernanda estaba entusiasmada, pero también un poco nerviosa.

"¡Me encantaría participar! Pero necesito un compañero que sepa bailar bien, y no sé quién podría ser..." - pensó en voz alta mientras caminaba por el parque.

Justo en ese momento, Ryan pasaba por allí con su guitarra al hombro. Al escucharla, se detuvo y se acercó.

"Hola, Fernanda. Escuché que hablabas de participar. ¿Te gustaría bailar la marinera conmigo?" - preguntó Ryan, sonrojándose un poco.

Fernanda sonrió con alegría.

"¡Claro que sí! Pero nunca he bailado con alguien tan cerca, ¿y si cometemos errores?" - respondió con un brillo en sus ojos.

"No te preocupes, ¡los errores se solucionan bailando juntos!" - dijo Ryan, animándola.

Comenzaron a ensayar en el parque. Al principio, todo era un poco torpe, tropezaban y reían juntos. La música hacía que se sintieran más conectados. Poco a poco, se fueron perfeccionando y descubriendo cómo sus movimientos se complementaban.

Un sábado, mientras ensayaban, sucedió algo inesperado.

"¡Mira, Fernanda! ¡La tortuga del lago se asomó a vernos!" - exclamó Ryan, señalando hacia el agua.

Ambos se giraron y, al hacerlo, dieron un paso en falso. Ryan terminó tropezando y cayó al suelo. Pero en lugar de enojarse, ambos se llenaron de risa.

"¡Esto es mucho más divertido de lo que pensé!" - dijo Ryan mientras se levantaba, con una gran sonrisa en su rostro.

"Es cierto, creo que si seguimos así, ¡nuestra presentación será inolvidable!" - agregó Fernanda, contagiada por su entusiasmo.

Finalmente llegó el día del certamen. El auditorio estaba lleno de gente emocionada. Cuando llegó su turno, Fernanda y Ryan se miraron y se dieron una palmadita en la espalda.

"Juntos podemos lograrlo, ¿verdad?" - preguntó Fernanda, llenándose de confianza.

"¡Sí! A disfrutarlo, que esto es solo el comienzo de nuestra aventura." - respondió Ryan con determinación.

Comenzaron a bailar la marinera. A medida que se movían, todos en el auditorio quedaron hipnotizados por la belleza de su danza. Era como si estuvieran flotando en el aire, creando una historia con cada paso, cada giro y cada abrazo que se daban.

Al finalizar la presentación, el público estalló en aplausos y gritos de júbilo. Fernanda y Ryan se miraron con alegría y, en ese momento, sintieron que ya eran un equipo.

Después de la danza, el jurado dio su veredicto.

"La pareja ganadora del certamen de belleza es Fernanda y Ryan, quienes no solo nos han mostrado un magnífico baile, sino también la conexión tan especial que han creado juntos." - anunció el juez principal.

Ambos se abrazaron llenos de felicidad.

"Lo logramos, ¡lo logramos!" - gritó Fernanda, emocionada.

"Sí, ¡gracias por ser la mejor compañera de baile!" - dijo Ryan, mirándola con admiración.

A partir de ese día, Fernanda y Ryan no solo continuaron bailando juntos, sino que se hicieron inseparables. Hablaron sobre sus sueños, sus intereses y, lo más importante, aprendieron a valorarse el uno al otro. Cada baile que realizaban se convertía en una forma de expresar su amistad y su cariño.

Con el paso del tiempo, su historia se convirtió en una fuente de inspiración para todos los demás chicos del pueblo.

"El verdadero premio no es el trofeo, sino la conexión que creamos al bailar juntos", les decían a quienes querían participar, haciendo eco de la lección más importante que habían aprendido: la verdadera belleza está en la amistad, el trabajo en equipo y en disfrutar cada momento.

Así, Fernanda y Ryan siguieron bailando por la vida, siempre recordando aquel primer paso en falso que los unió para siempre.

FIN.

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