El baile de la tierra, el sol y la lluvia


En un hermoso valle rodeado de montañas, vivían la tierra, el sol y la lluvia. La tierra era una señora mayor, sabia y paciente, siempre cuidando de las plantas y los animales. El sol era un caballero radiante, siempre llenando el valle de luz y calor. Y la lluvia era una joven risueña, que llegaba para refrescar la tierra y dar vida a las semillas.

- Buen día, estimada tierra -saludó el sol cada mañana, extendiendo sus cálidos rayos.- Buenos días, querido sol. Gracias por tu luz y tu calor -respondía la tierra con amabilidad.

- ¡Hola a todos! -exclamaba la lluvia al llegar, haciendo reír a las flores con sus gotas traviesas.

Un día, la tierra empezó a sentirse débil. Sus plantas no crecían como antes, y los animales estaban tristes.

- ¿Qué nos pasa, querida tierra? -preguntó el sol preocupado.- No lo sé, querido sol. La tierra está cansada y sedienta. Necesita algo más que mi luz y calor -dijo el sol con tristeza.

- ¡Yo sé qué necesita la tierra! -exclamó la lluvia con entusiasmo.- Necesita mis caricias refrescantes, que le den fuerzas para seguir adelante.

Así que la lluvia empezó a bailar sobre la tierra, cantando suavemente. Las gotas mojaron la tierra sedienta, que poco a poco recuperó su vitalidad. Las plantas volvieron a crecer, los animales recuperaron su alegría y el valle volvió a estar lleno de vida.

- ¡Gracias, querida lluvia! -agradeció la tierra emocionada.- ¡Gracias por tu generosidad y tu amor! -añadió el sol, radiante de felicidad.

Desde entonces, la tierra, el sol y la lluvia aprendieron que juntos, cada uno con su don especial, podían hacer del valle un lugar próspero y hermoso. Y así, siempre bailaban y reían juntos, recordando que la unión y la colaboración son la clave para mantener la armonía y la vida en la tierra.

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