El Baile de los Dos Hermanos



Érase una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, donde vivían dos hermanos: Juan y Lucía. Desde muy pequeños, ambos compartían una pasión por la música y los bailes autóctonos. Tenían un pequeño rincón en su casa donde guardaban instrumentos musicales, desde maracas hasta un cuatro, el instrumento típico de Puerto Rico.

Un día, mientras exploraban el desván de su abuela, encontraron un viejo disco lleno de música boricua. La portada estaba desgastada, pero los hermanos se miraron con entusiasmo.

"¡Mirá, Lu! ¡Esto debe ser de los tiempos de nuestra abuela!" - exclamó Juan.

"Sí, y debe ser la música que escuchaba cuando bailaba en sus fiestas. ¡Vamos a ponerlo!" - respondió Lucía emocionada.

Al poner el disco en el tocadiscos, sonaron ritmos contagiosos que invitaban a moverse. Sin pensarlo dos veces, Juan y Lucía comenzaron a bailar al compás de la música.

"¡Esto es increíble! No puedo dejar de moverme" - dijo Lucía riendo.

"Sí, deberíamos aprender más sobre estos bailes. ¡El fin de semana habrá una feria en el barrio!" - sugirió Juan.

Cuando llegó el día de la feria, Juan y Lucía estaban ansiosos. Había coloridos puestos de comida, artesanías y, lo más emocionante, una competencia de baile!"¡Mirá! Están buscando participantes para el concurso de salsa, ¡deberíamos entrar!" - gritó Lucía con entusiasmo.

"Pero, Lu, no sabemos mucho sobre salsa. Solo hemos bailado en casa" - respondió Juan dudando.

"Eso no importa, lo que cuenta es divertirnos. ¡Vamos a inscribirnos!"

Con un poco de nervios, los hermanos se inscribieron en la competencia. A medida que se acercaba la hora, observaron a otros competidores ensayando. Algunos tenían trajes espléndidos y movimientos asombrosos.

"Uff, quizás deberíamos haber practicado más" - dijo Juan sintiéndose inseguro.

"No te preocupes, hermano. Solo bailemos con el corazón y disfrutemos el momento" - lo animó Lucía.

Finalmente llegó su turno. Los reflejos brillantes y la música intensa llenaron el aire. Al principio, Juan y Lucía recordaron los pasos básicos que habían visto, pero a medida que se dejaban llevar por el ritmo, todo parecía fluir.

"¡Esto es divertido!" - gritó Juan mientras giraba a Lucía.

"¡Sí! ¡Bailamos con alegría!" - respondió ella mientras levantaba las manos al aire.

El público comenzó a aplaudir y animar. A medida que avanzaban en su actuación, Juan y Lucía se sintieron más seguros y llenos de energía.

Entonces, al final de su danza, Lucía tuvo una idea locamente original.

"¡Vamos a mezclar un paso de nuestro propio estilo!" - propuso.

"¿Estás segura?"

"¡Sí, seamos creativos!"

Así que justo cuando la música estaba por terminar, hicieron un giro espectacular, luego un salto y finalmente un abrazo en el centro del escenario.

El público estalló en aplausos y vítores.

"¡Geniales! ¡Increíbles!" - gritaban los espectadores.

Al final del concurso, Juan y Lucía no ganaron el primer lugar, pero se llevaron algo más importante: el reconocimiento del público y, lo más valioso, el haber disfrutado juntos de la danza.

"¿Ves? Lo hicimos!" - dijo Juan, sonriendo.

"Sí, hermano. Recuerdalo siempre, la música y el baile son para disfrutarlos, no solo para ganar" - dijo Lucía, orgullosa.

Desde ese día, los hermanos se hicieron conocidos en su barrio, no solo por su amor por la música boricua, sino también por su forma única de bailar y crear momentos llenos de alegría. Y así, con sus corazones llenos de melodías y pasos, Juan y Lucía continuaron bailando, soñando y disfrutando cada día juntos, celebrando la vida al ritmo de su pasión por la música.

FIN.

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