El Baile de los Pastores



En un hermoso prado, bajo el brillante sol, Don Quijote y su fiel amigo Sancho Panza llegaron cansados de su largo viaje. Mientras buscaban un lugar para descansar, escucharon risas y música a lo lejos. Decidieron acercarse y se encontraron con un grupo de pastores que celebraban con alegría.

- ¿Qué celebran? - preguntó Don Quijote con curiosidad, aún en su papel de caballero.

- Es la fiesta de la pastora Marcela - respondió uno de los pastores con una sonrisa.

- ¿Marcela? - inquirió Sancho, sin poder ocultar su hambre. - ¿Y qué tiene de especial esta Marcela?

- ¡Es un asombroso personaje! - exclamó otro pastor. - Marcela es una pastora valiente y generosa que siempre ayuda a los demás y nunca se deja llevar por las habladurías. La gente la quiere mucho.

- ¿Y por qué la celebran? - preguntó Don Quijote, emocionado.

- Porque hoy ella da una gran lección sobre la importancia de ser uno mismo, de seguir el camino del corazón, y de nunca rendirse. - continuaron los pastores.

Intrigados, Don Quijote y Sancho decidieron quedarse a ver la fiesta. Comenzaron a bailar y a disfrutar de la música cuando, de repente, apareció Marcela. Era una joven pastora con una gran sonrisa y un espíritu libre.

- ¡Hola a todos! - saludó ella. - Gracias por venir a mi celebración. Hoy quiero contarles una historia.

La multitud enmudeció y todos prestaron atención, encantados.

- Hace un tiempo, había un rebaño de ovejas que se sentía triste porque siempre estaban a la sombra de otros animales, pensando que no eran importantes. - comenzó Marcela. - Pero un día, decidí llevarlas a esta pradera a bailar y jugar, y les dije que cada una tiene su propio valor.

- ¡Eso suena divertido! - gritó Sancho. - ¿Y qué pasó?

- Las ovejas se dieron cuenta de que cada una con su personalidad puede hacer algo único. Juntas, se atrevieron a dar saltos, a correr, a bailar, y hasta a hacer trucos. Desde ese día, nunca volvieron a sentirse menos. Ahora son felices y seguras de sí mismas.

Don Quijote se sintió inspirado y decidió que era un buen momento para dar un discurso.

- Amigos pastores, ¡escuchad! Si las ovejas pueden ser valientes y ser ellas mismas, ¡nosotros también debemos serlo! Cada uno tiene su esencia y eso es lo que nos hace especiales. ¡Hagamos de esta fiesta algo inolvidable!

Sancho, aunque aún algo confundido, brincó de alegría mientras los demás aplaudían.

Esa noche, bailaron al ritmo de las gaitas, compartieron historias de bravura y, al final, todos sintieron que eran parte de algo más grande. Don Quijote y Sancho regresaron a su viaje, no solo cansados, sino llenos de inspiración y con la lección de que ser uno mismo es lo más valioso de todo.

FIN.

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