El baile de los pavos reales
En un hermoso bosque donde los árboles susurraban viejas historias y el viento cantaba suaves melodías, vivían cuatro pavos reales: Raya, Javi, Lu y Misi. Cada uno de ellos brillaba con colores vibrantes, pero lo más hermoso de todos eran sus plumas, que se desplegaban como un abanico en los días soleados.
Una mañana, mientras el sol comenzaba a asomarse por el horizonte, Raya exclamó:
- ¡Miren cómo brillan nuestras plumas! Este es un día perfecto para lucirlas y bailar en la gran piedra de la ladera.
- ¡Sí! Todas las aves vienen a vernos! , dijo Javi con entusiasmo.
Sin embargo, Lu, siempre un poco más pensativa, añadió:
- Pero, chicos, hay algo que me preocupa. Las flores de cerca de la ladera están marchitándose.
Misi, haciendo una reverencia, interrumpió:
- ¡Eso es porque el río se está secando! Desde hace semanas no llueve y el arroyo que riega esas flores ya no corre. Si seguimos así, no solo las flores se irán, sino que nuestra comida también puede escasear.
Los demás pavos se quedaron en silencio al escuchar a Misi. El hermano de Misi, Javi, frunció el ceño:
- Pero ¿qué podemos hacer nosotros? No somos los humanos que pueden construir represas o traer agua de otro lugar.
Raya, que siempre había sido la más optimista, propuso una idea:
- Tal vez deberíamos hablar con el viejo búho. Él ha visto muchas cosas, quizás sepa qué podemos hacer.
Los cuatro amigos volaron hasta el gran árbol donde habitaba el búho. Con su mirada sabia y profunda, el búho escuchó la preocupación de los pavos reales.
- ¿Saben? - comenzó el búho con voz pausada - La naturaleza tiene su propio ritmo, pero a veces necesita de nosotros, sus habitantes, para ayudarla. Ustedes siempre han sido hermosos, pero también pueden ser ingeniosos.
- ¿Ingeniosos? - preguntó Lu, intrigada.
- Sí, busquen formas de reunir agua. Quizás puedan construir charcas pequeñas con hojas grandes. Usen su ingenio y trabajen juntos, eso puede ayudar a que el agua se acumule y a que las flores crezcan nuevamente.
- ¡Es una gran idea! - exclamó Misi mientras sacudía su cola.
Los pavos reales se pusieron a trabajar de inmediato. Usando sus plumas, recolectaron hojas y ramas, formaron pequeñas barreras en el suelo y lograron crear pequeñas charcas donde se acumulaba el agua de la lluvia.
Al pasar los días, las flores comenzaron a florecer nuevamente, y el bosque llenó de colores y aromas los aires. Raya, Javi, Lu y Misi bailaban alrededor de las flores, mostrando al mundo sus plumas brillantes mientras el bosque resonaba con el canto de diversas aves que celebraban la llegada de la vida.
Un día, mientras se preparaban para su danza en la gran piedra, ellos vieron a un grupo de seres vivos, incluidos muchos otros pájaros, mariposas y hasta un venado, reunidos en el lugar. Estaban admirando el trabajo que los pavos reales habían hecho.
- Sabemos que no podemos cambiar el clima, pero sí podemos colaborar para cuidar nuestro hogar. ¡Miren lo que logramos! - dijo Lu, feliz.
Y así, los pavos reales no solo aprendieron a cuidar su entorno, sino también a inspirar a otros. De esa manera, comprendieron que, aunque pareciera que eran solo unos pocos, su esfuerzo podía generar cambios significativos en su bosque. Se convirtieron en los embajadores de la belleza de la naturaleza, asegurando que su hogar siempre brillara con colores vibrantes.
Y cada vez que danzaban, lo hacían no solo por su belleza, sino como un homenaje a la importancia de cuidar su mundo.
Con el tiempo, el bosque se llenó de más flores, y el arroyo, gracias a la lluvia y los esfuerzos de la naturaleza, volvió a correr. Y así, los pavos reales siguieron bailando, pero ahora también llevaban el mensaje de esperanza y cuidado a todos.
FIN.