El Baile de los Sueños
En un colorido pueblito de Colombia, donde el sol brillaba con fuerza y el ritmo de la cumbia vibraba en el aire, vivía una niña llamada Sofía. Sofía era conocida por su gran amor por la danza y la música. Se pasaba las tardes bailando en la plaza, imitando los pasos de sus padres y de todos los abuelos que la rodeaban. Pero había un pequeño problema: a Sofía le daba miedo presentarse al Gran Concurso de Cumbia, un evento anual donde los mejores bailarines del pueblo mostraban su talento.
Un día, mientras Sofía practicaba en secreto, su mejor amigo Tomás se acercó entusiasmado.
"¡Sofía! ¡Esta noche hay baile en la plaza! ¿Te gustaría venir?" - le preguntó Tomás.
"No sé, Tomás. Siempre hay gente mejor que yo. No quiero hacer el ridículo" - respondió Sofía, mirando sus pies con inseguridad.
"Pero el baile es para disfrutar, no solo para competir. ¡Vamos!" - insistió Tomás.
Decidida a enfrentar su miedo, Sofía aceptó. Esa noche, la plaza estaba iluminada con luces de colores, y el ritmo de la cumbia llenaba el aire. Al llegar, Sofía vio a muchos de sus amigos bailando y riendo, pero también a algunos de los bailarines más talentosos del pueblo.
"¡Mirá, Sofía! ¡Están los hermanos Pérez!" - le dijo Tomás, señalando a los intrépidos bailarines que siempre dejaban a todos maravillados.
Sofía sintió un nudo en el estómago, pero Tomás le sonrió con confianza.
"Solo mira y disfruta, ¿sí?" - le sugirió.
Así lo hizo. Mientras observaba, Sofía notó algo curioso. Los hermanos Pérez, quienes siempre eran los mejores, se estaban divirtiendo mucho, ¡pero también se reían de sus propios errores! De repente, Sofía oyó a su abuela entre la multitud.
"¡Bailar es divertirse, querida! No olvides eso" - le gritó su abuela.
Encendida por las palabras de su abuela, Sofía decidió que quería probar también. Se acercó a la pista y, aunque su corazón latía con fuerza, no podía resistirse al llamado de la música. Estrenó sus mejores pasos de baile.
"¡Eso es, Sofía!" - gritó Tomás, animándola.
Sofía comenzó a bailar. Al principio, sus movimientos eran titubeantes, pero pronto se dejó llevar por el ritmo. La alegría de la cumbia la llenó y empezó a bailar con todo su corazón.
El público comenzó a aplaudir y animarla, metiéndola más en la danza. De repente, una caída: Sofía tropezó y cayó al suelo. Un silencio abrumador llenó la plaza. Pero justo cuando pensó que todo estaba perdido, se levantó con una gran sonrisa.
"¡Eso fue un nuevo paso!" - bromeó, y toda la plaza estalló en risas y aplausos.
Entendió que bailar se trataba de disfrutar y no de ser perfecto. Sus movimientos se volvieron más seguros, y con cada giro y vuelta, su confianza crecía.
Finalmente, al culminar la noche, se formó un círculo alrededor de Sofía. Todos la aplaudieron y un niño con un sombrero le dijo:
"¡Eres increíble, Sofía! Nunca había visto a alguien disfrutar tanto el baile".
"Gracias, solo seguí el ritmo de mi corazón" - respondió Sofía con una sonrisa deslumbrante.
Al terminar la velada, Tomás se acercó a ella.
"¿Ves? No necesitabas miedo, solo pasión. ¿Te gustaría participar en el Gran Concurso el próximo año?" - le preguntó, con ojos esperanzados.
"¡Sí!" - exclamó Sofía, sin dudarlo. "Y esta vez, lo haré con el corazón y no con miedo".
Desde ese día, Sofía nunca volvió a temer al baile. Aprendió que lo importante era disfrutar bajo la música de la cumbia, y que el verdadero triunfo estaba en la alegría de compartir el baile con amigos y familiares. Así, cada vez que escuchaba una cumbia, se acordaba de ese mágico día en que descubrió que el amor por la danza era mucho más grande que cualquier temor.
Y así, el pueblo de Sofía comenzó a llenarse de nuevos bailarines que, al igual que ella, aprendieron que el baile es para compartir risas, errores y sueños.
FIN.