El baile de Martina



Había una vez en un pequeño pueblo costero de Argentina, una niña llamada Martina. Martina era una niña alegre y llena de energía que siempre estaba sonriendo.

Lo que más le gustaba en el mundo era bailar la marinera, un baile tradicional peruano que había aprendido de su abuelita, quien había vivido en Perú muchos años atrás. Martina se sentía feliz y libre cuando bailaba la marinera.

Movía los pies al ritmo de la música con gracia y elegancia, mientras sus faldas coloridas ondeaban en el aire. La gente del pueblo se maravillaba al verla bailar, y siempre le pedían que les mostrara sus pasos. Un día, llegó al pueblo un famoso concurso de baile folklórico.

Martina estaba emocionada por participar y mostrarle a todos su talento para la marinera.

Sin embargo, cuando se acercó al escenario, vio a otras niñas vestidas con trajes brillantes y zapatos relucientes que parecían muy seguras de sí mismas. Martina empezó a dudar de sí misma y sintió un nudo en el estómago.

¿Podría competir contra esas chicas tan talentosas? Pero entonces recordó lo que su abuelita siempre le decía: "Lo importante no es ganar, sino disfrutar lo que haces". Con esa frase resonando en su cabeza, Martina subió al escenario con determinación. Al sonar la música, Martina cerró los ojos y dejó que su cuerpo se moviera al compás de la marinera.

Sus pies seguían los pasos aprendidos de su abuelita, pero también añadían su propio toque personal lleno de alegría y pasión. Al abrir los ojos al final de su presentación, Martina vio a la multitud aplaudiendo y ovacionándola.

Había transmitido tanta felicidad y emoción con su baile que conquistó los corazones de todos los presentes.

Cuando anunciaron el resultado del concurso, Martina no pudo contener la emoción: ¡había ganado el primer premio! Pero lo más importante para ella no fue el trofeo ni el reconocimiento; lo más valioso fue haber demostrado que bailar la marinera era mucho más que seguir unos pasos, era expresar alegría y amor por lo que hacías.

Desde ese día en adelante, Martina siguió bailando la marinera con aún más pasión y entusiasmo. Se convirtió en un ejemplo para todos en el pueblo de cómo seguir tus sueños sin importar las dudas o temores.

Y cada vez que alguien le preguntaba cuál era su secreto para ser tan feliz al bailar, ella respondía con una gran sonrisa: "Simplemente siento amor por lo que hago".

FIN.

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