El baile de Tatiana y Diana


Había una vez en un bosque encantado, una flamenco llamada Tatiana que vivía feliz entre los árboles y las flores.

Tatiana era muy simpática y siempre estaba rodeada de amigos, pero había algo que la entristecía: su amiga Diana, una dulce tortuga sorda con quien le costaba comunicarse. Un día, mientras paseaba por el bosque, Tatiana vio a Diana sentada bajo un árbol mirando hacia el cielo con tristeza.

Se acercó a ella con su elegante paso y le preguntó qué le pasaba. Diana le explicó que se sentía sola porque no podían conversar como lo hacían los demás animales del bosque.

Tatiana sintió un nudo en la garganta al ver la tristeza de su amiga y decidió hacer algo al respecto. Recordó que en el claro del bosque vivía Luna, una búho sabia que conocía todas las lenguas del mundo.

Sin dudarlo, voló hasta el claro donde habitaba Luna y le pidió ayuda para aprender la lengua de señas. Luna aceptó ayudar a Tatiana y juntas comenzaron las clases. La flamenco practicaba todos los días moviendo sus alas de formas diferentes mientras Luna le enseñaba el significado de cada gesto.

Al principio fue difícil para Tatiana entenderlo todo, pero con esfuerzo y dedicación logró dominar la lengua de señas. Cuando se sintió lista, Tatiana regresó al lado de Diana emocionada por mostrarle lo que había aprendido.

Al verla hacer gestos con sus alas, los ojos de Diana se iluminaron de alegría y comenzaron a conversar sin necesidad de palabras habladas. "¡Tatiana! ¡Estás hablando mi idioma! ¡Eres increíble!" -exclamó Diana emocionada mientras agitaba sus patitas en señal de felicidad.

Desde ese día, Tatiana y Diana se convirtieron en inseparables amigas que compartían secretos, risas y sueños utilizando la lengua de señas.

El resto de los animales del bosque quedaron maravillados por la valentía y dedicación de Tatiana para aprender algo nuevo por amor a su amiga. Así, en aquel bosque encantado reinaba la magia de la verdadera amistad capaz de superar cualquier barrera comunicativa gracias al esfuerzo y la empatía mutua.

Y colorín colorado este cuento ha acabado ¡pero nuestra historia continuará!

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