El Baile del Corazón
Érase una vez, en un colorido pueblo donde las flores sonreían y los árboles cantaban al viento, vivía una talentosa bailarina llamada Darling. A sus once años, Darling pasaba horas practicando su danza en el parque, donde los rayos del sol iluminaban sus piruetas y su risa, que resonaba como una melodía alegre.
Un día, mientras se preparaba para un nuevo espectáculo, conoció a Eros, un chico de su misma edad, que siempre andaba con un aire de misterio. Eros tenía fama de ser un chico 'malo'; muchos decían que no tenía sentimientos y que nunca se preocupaba por nadie.
"¿Por qué siempre andás solo?" le preguntó Darling un día, sorprendida de que su brillo se mezclara con las sombras.
"Porque no necesito a nadie", contestó Eros, con una mirada que, aunque fría, tenía un destello de lo que podría ser.
"Pero bailar es más hermoso cuando lo compartís con otros", respondió Darling, tratando de iluminar con su entusiasmo su mundo gris.
Aunque Darling sabía que Eros era diferente, no podía evitar sentirse atraída por él. Mientras más pasaba el tiempo, más se daba cuenta de que en el fondo, Eros tenía un corazón que latía, sólo que estaba cubierto por una coraza que él mismo había construido.
Sin embargo, la vida en el pueblo no siempre es color de rosa. Se acercaba el gran festival de la danza, y Darling se había preparado para ser la estrella del evento. Eros, que por alguna extraña razón asistía a practicar en el mismo lugar que ella, parecía más interesado en hacer travesuras que en bailar.
Un día, mientras Darling ensayaba, Eros hizo un truco que interrumpió su práctica.
"¡Dejate de joder, Eros!" gritó Darling, furiosa, pero en su corazón sabía que lo hacía para llamar su atención.
Eros sonrió como si no le importara. "¿Por qué bailás? A nadie le importa".
Darling se sintió herida, pero en vez de enojarse, decidió darle una lección.
"Voy a mostrarte lo que significa bailar con el corazón", dijo Darling con determinación.
Así que un día, cuando estaba preparándose para la gran actuación, Darling decidió invitar a Eros a unirse a su ensayo.
"Ven, Eros. Te necesito. Me gustaría que bailes conmigo en el festival", propuso.
"¿Por qué querrías a alguien como yo? No sé bailar".
"Pero podés aprender. Todos merecen una oportunidad", insistió Darling con una sonrisa radiante.
Para sorpresa de Darling, Eros aceptó, tal vez intrigado por las ganas de Darling y un poco por su alegría. Durante las semanas siguientes, aunque Eros no mostraba muchos sentimientos, contenía una chispa al bailar que nadie más podía ver.
Los días se convirtieron en ensayos, Eros comenzó a descubrir la alegría del baile y, poco a poco, su coraza se iba rompiendo. "Nunca pensé que esto fuera tan divertido", dijo Eros un día, mientras se reía al intentar hacer un salto. Luego, en un momento de conexión, le miró a los ojos y le dijo a Darling. "Gracias por invitarme... me haces sentir diferente".
El día del festival llegó y todos estaban emocionados. Darling estaba ansiosa, pero también confiada en su amigo Eros.
El escenario brillaba, y la música llenaba el aire. Darling subió al escenario, y al ver a Eros con su traje de baile, sintió que su corazón latía con alegría.
"Vamos, Eros, sólo hay que dejarse llevar" le susurró Darling.
"Así será", respondió Eros, por primera vez con una sonrisa genuina.
Con un giro espectacular y un par de saltos, Eros se olvidó del mundo exterior. En ese instante, comenzó a dejar atrás su fama de chico malo, dejándose llevar por la música y por la luz que emanaba Darling. Juntos, deslumbraron a todos con su baile.
El pueblo estalló en aplausos, y el corazón de Eros comenzaba a entender que hay belleza en el amor y en la amistad, que no importaba si él era ‘malo’ o ‘bueno’.
Al finalizar el espectáculo, Eros se acercó a Darling. "Nunca imaginé que podía sentir esto. Gracias, Darling".
"Ves, siempre hay algo hermoso detrás de cada sombra", le respondió Darling con una mirada llena de luz.
Días después, Eros regresó al parque, pero esta vez, todos lo veían distinto. Ya no era sólo el chico malo, a partir de ese día, sería conocido por el bailarín que aprendió a amar.
Así, Darling demostró que la amistad y la comprensión pueden cambiar corazones, sin importar cuán fríos parezcan. Y lo más importante, comprendió que el amor verdadero a veces requiere paciencia y valentía.
FIN.