El Baile del Príncipe Oscar
En un pequeño y colorido pueblo llamado Valle Alegre, vivía un joven príncipe llamado Oscar. Príncipes y princesas no eran comunes en ese lugar, pero Oscar no era un príncipe cualquiera; su corazón estaba lleno de sueños y amor por la danza. Cada día, practicaba con su grupo de amigos en la plaza del pueblo, donde todos los niños se reunían para jugar y aprender a bailar.
Una mañana, mientras Oscar ensayaba su última coreografía, una anciana muy sabia del pueblo se acercó a él.
"¿Por qué bailas tan alegremente, joven príncipe?" - preguntó la anciana.
"Porque bailar me hace sentir libre y feliz. Quiero mostrarle a todos lo hermoso que es el baile" - respondió Oscar con una sonrisa.
La anciana asintió y dijo:
"Si quieres mostrar tu talento a todo el mundo, vas a necesitar organizar un gran baile en el castillo. Eso atraería a muchos visitantes y haría que todos se unieran a la fiesta".
Oscar se iluminó con la idea. Decidió que haría el evento más significativo del año, invitando a todos los habitantes del Valle Alegre a participar.
"Vamos a hacer esto juntos!" - exclamó Oscar a sus amigos mientras ellos se reunían en la plaza. "Tendremos baile, música y muchas sorpresas. Pero también necesitamos ayudar a los demás en el camino".
Sus amigos miraban a Oscar con curiosidad.
"¿Cómo podemos ayudar a los demás, Oscar?" - preguntó Lila, su mejor amiga.
"Podemos recoger juguetes y alimentos para compartir con aquellos que no tienen" - sugirió Oscar con determinación.
Así se puso en marcha el gran baile del castillo. Todos en el pueblo se emocionaron por la celebración, pero también por la idea de ayudar a los que menos tenían. Los niños empezaron a recolectar juguetes y alimentos, mientras que los adultos se organizaban para preparar comida y adornos para el gran evento.
El día del baile llegó y el castillo se llenó de luces brillantes y música alegre; además, el ambiente era especial porque todos estaban unidos por una causa.
Mientras las expectativas creían, Oscar notó que no había suficientes sillas para todos. Se preocupó, pero en lugar de desesperarse, decidió improvisar.
"¡Todos! ¡Hagamos un círculo enorme y bailemos juntos!" - gritó. Los niños, adultos y ancianos se unieron, formando un gran círculo en el centro del salón.
La música comenzó a sonar y todos comenzaron a bailar en un ritmo contagioso. Nadie prestó atención a la falta de sillas, porque lo que realmente importaba era la diversión y la conexión entre ellos. Oscar se movía con gracia, y todos esperaban con ansías su momento para brillar en la pista de baile.
Y mientras la noche avanzaba, las risas y la alegría llenaban el aire. La gente empezó a compartir historias y danzas de sus culturas y orígenes, creando un hermoso mosaico de tradiciones.
Sin embargo, durante la fiesta, apareció un niño del pueblo que no había sido invitado. Se llamaba Lucas y estaba muy triste porque no sabía bailar. Al verlo, Oscar se acercó a él.
"¡Hola! ¿Por qué tan triste?" - preguntó Oscar.
"No puedo bailar como los demás. Solo me da vergüenza intentarlo" - respondió Lucas, bajando la mirada.
"No te preocupes, yo te puedo enseñar!" - animó Oscar. "Bailar es muy fácil si te diviertes mientras lo haces. ¡Ven!"
Ambos juntos se fueron a un rincón del salón y Oscar empezó a mostrarle algunos pasos sencillos. Al principio, Lucas temblaba un poco, pero al ver a los demás disfrutar, se sintió más cómodo.
"¡Una vez más, Lucas! ¡Puedes hacerlo!" - lo alentó Oscar.
Así fue como Lucas aprendió a bailar, y al poco tiempo, Oscar lo llevó nuevamente al centro de la fiesta.
"¡Lucas, tú puedes! Tú eres parte de esta celebración!" - anunció mientras todos aplaudían y sonreían.
El baile se llenó de nuevas risas y alegría, y pronto Lucas se unió a los demás, moviéndose con confianza. El ambiente era mágico y bonito; el verdadero espíritu de la fiesta no era solo el baile, sino la unión y el amor entre todos ellos.
Al finalizar la celebración, Oscar se sentó cansado pero feliz.
"Hicimos un gran trabajo hoy. No solo bailamos, sino que también ayudamos a muchos. Y lo mejor de todo, ¡Lucas encontró su ritmo!" - dijo a sus amigos.
La gente aplaudió y se sintió orgullosa de su príncipe, de su bondad y valentía.
Así, el Príncipe Oscar no solo organizó el mejor baile del Valle Alegre, sino que también unió a todos con su pasión por la danza, demostrando que cada paso cuenta y que todos pueden brillar con luz propia, sin importar su historia. Y desde aquel día, cada año, el pueblo celebró el
FIN.