El Baile del Salay y un Amor Frío
Era un día soleado en la ciudad, y la plaza estaba llena de ruidos, risas y colores. La música del desfile resonaba mientras los estudiantes mostraban sus danzas. Entre ellos, se encontraba Lila, una chica que siempre parecía tener una coraza fría, pero en su interior había un corazón tierno que latía fuerte. Ella había impresionado a todos con su baile de salay, y entre los espectadores, se encontraba Tomás, un chico tímido y un poco distante, que la observaba con una mezcla de admiración y nerviosismo.
Tras el desfile, Tomás decidió que era hora de hablarle. Se acercó con el corazón latiendo rápido. A pesar de su timidez, se armó de valor y la saludó.
"Hola, Lila, soy Tomás. Te vi bailar y... te vi muy bien".
Lila, sorprendida, lo miró con sus ojos azules.
"Gracias, no fue nada especial".
En su interior, Lila sentía una chispa de calidez, pero se obligaba a mantener su actitud fría.
Los días pasaron y Tomás seguía a Lila a distancia, hasta que un día, en la misma plaza donde se habían conocido, decidió que era momento de avanzar. En un momento de valentía, sacó su teléfono.
"Lila, ¿me darías tu número? Me gustaría poder hablar más con vos".
Ella lo miró, sorpresa en su rostro. Finalmente, sonrió y le pasó su número.
"Está bien, pero solo si dejás de llamarme 'la chica fría'".
Tomás rió y asintió.
Comenzaron a intercambiar mensajes y a compartir sus días. Lila se dio cuenta de que Tomás, en su aparente frialdad, era muy cariñoso y atento. Un día, cuando menos lo esperaban, ambos se encontraron en la plaza nuevamente.
"Lila, he estado pensando... me gustas mucho. ¿Quisieras ser mi novia?" Tomás se sintió como un volcán a punto de erupcionar, lleno de expectativa.
"Tomás, yo... no sé. A veces soy fría, y me da miedo no ser suficiente".
"Pero eso es lo que me gusta de vos. Siempre tienes algo más para dar, aunque no lo muestres. Estoy dispuesto a conocerte cada día un poco más".
Su sinceridad tocó el corazón de Lila, haciendo que su coraza empezara a desintegrarse.
Después de un momento de reflexión, Lila alfombró su respuesta con un tono dulce.
"Está bien, Tomás. Quiero intentarlo".
Los dos sonrieron, sintiendo que un nuevo capítulo comenzaba en sus vidas.
Pero las siguientes semanas no fueron fáciles. Había momentos en que Lila se sentía abrumada por la nueva relación y a veces cerraba la puerta de su corazón de nuevo. Tomás, por su parte, intentaba ser comprensivo, pero en el fondo también temía perderla.
Una tarde en la plaza, Lila se sentó sola en un banco. Tomás se acercó, preocupado, y preguntó:
"¿Estás bien?".
"Sí, solo necesito tiempo".
"Te entiendo, pero no quiero perderte. Te prometo que estaré aquí, sin presiones, solo para apoyarte".
La sinceridad de Tomás le recordó a Lila por qué había decidido abrir su corazón. Con una pequeña sonrisa desgastada le respondió:
"Gracias, a veces solo necesito recordar que no estoy sola en esto".
Así perduraron a través de las dificultades. Aprendieron a comunicarse, a ser pacientes y a crecer juntos. Con cada pequeño paso, Lila dejó que su calidez natural floreciera. Y Tomás, con su amor y su cariño, le mostró que ser tú misma es siempre lo más importante. Finalmente, Lila se dio cuenta de que ser querida y querer a alguien no era temible.
Pasó el tiempo y el frío empezó a desaparecer, convirtiéndose en un hermoso vínculo de amor y amistad. Así, Lila y Tomás comprendieron que el amor no es solo encontrar a alguien que entienda tu corazón, sino también abrir ese corazón a la persona adecuada.
La plaza se convirtió en su lugar especial, donde todo empezó, y cada baile de salay resonaba ahora con alegría, simbolizando no solo una danza, sino la unión de dos mundos que creían que el amor podía florecer incluso en los lugares más helados.
FIN.