El Baile del Tiempo



Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en un barrio tranquilo de Buenos Aires. Mateo era un niño curioso y lleno de energía, pero había algo que lo tenía un poco preocupado: ¡tenía que participar en la fiesta del jardín y la temática era la época de los 80! Ahora, eso no le asustaba tanto, ya que a veces veía videos de sus abuelos bailando esa música tan divertida, pero nunca había bailado con ellos.

Una tarde, decidió hablar con su abuela Clara.

"¡Abuela, tengo una fiesta en el jardín y tengo que bailar música de los 80! ¿Podrías enseñarme algunos pasos?"

"Por supuesto, Mateo. La música de los 80 es buenísima. Vamos a recordar algunos de los bailes más populares de esa época. Pero antes, necesito que busques algunas cosas para ponerte. Te prometo que va a ser divertido."

Mateo se entusiasmó y comenzó a buscar en el ropero de su abuela; encontró unos pantalones de cintura alta, una remera de colores brillantes y unas zapatillas que parecían sacadas de una película. Aquello le hacía sentir un poco como un astronauta de la moda, pero estaba decidido a verse genial para la fiesta.

El sábado de la fiesta, justo antes de salir, la abuela Clara y el abuelo Mario lo estaban esperando en el salón, listos para enseñarle los pasos.

"Vamos, Mateo. Te enseñaremos a bailar el 'moonwalk' y el 'cangrejo'. ¡Son clásicos!"

"Pero, abuelos, ¿y si no me sale?" cuestionó Mateo, sintiéndose un poco nervioso.

"No te preocupes, lo más importante es divertirse. El ritmo es lo que cuenta. ¡Anímate!"

Entonces, comenzaron a practicar. Mateo seguía con atención los movimientos de sus abuelos, que se movían con gracia y buen humor. Pero en un momento, mientras intentaba hacer el 'moonwalk', se tropezó y ¡bum! cayó al suelo.

"¡Ay, Mateo! ¿Estás bien?" preguntó Clara, asustada.

"Sí, abuela, sólo me caí. Creo que no soy bueno para esto..." dijo Mateo, sintiendo que la confianza se le esfumaba.

"Nunca digas eso, querido. Todos nos caemos alguna vez. Lo importante es levantarse y seguir intentándolo."

Con esas palabras de aliento, Mateo decidió levantarse. Se sacudió, sonrió y volvió a intentarlo con más energía. Poco a poco, fue puliendo sus pasos.

"¡Eso es! ¡Esa es la actitud!" animó Mario.

"¿Sabés, abuelo? Creo que ya me voy sintiendo un poco mejor. ¡Vamos a intentarlo de nuevo!"

Finalmente, llegó la hora de la fiesta y el jardín estaba repleto de niños y abuelos vestidos con traje de época, bailando y riendo. Mateo se sintió un poco abrumado al ver la pista de baile llena, pero antes de entrar se dio vuelta y vio a sus abuelos sonriendo con orgullo.

"¡Ustedes me enseñaron!" les dijo con confianza.

"Estamos aquí para acompañarte, querido. No hay nada que temer. ¡Diviértete!"

Con ese pensamiento en mente, Mateo se acercó al grupo de bailarines. Una canción de los 80 comenzó a sonar y, en ese preciso instante, se sintió como si hubiese viajado en el tiempo.

"¡Vamos, Mateo!" gritaron otros niños. Al principio se sintió un poco nervioso, pero recordó los pasos que había aprendido y, con una sonrisa, comenzó a mover sus pies al ritmo de la música.

Bailó el 'moonwalk' y el 'cangrejo', riendo y disfrutando junto con otros niños. Cuando miró a sus abuelos, ellos estaban bailando también. La alegría de ver a sus abuelos disfrutar de la fiesta le dio un impulso extra y decidió unirse a ellos.

"¡Abuelo Mario, abuela Clara! ¡Vengan a bailar conmigo!" gritó.

Y así, Mateo danzó con sus abuelos. Juntos, hicieron una coreografía improvisada, combinando los pasos de los 80 con su propia creatividad.

"¡Esto es increíble!" dijo Mateo entre risas.

"¡Sí! ¡Esto es lo que se siente al bailar, Mateo!" exclamó Mario, con una gran sonrisa.

La fiesta continuó, todos los niños y abuelos colaboraron y la pista se llenó de alegría y risas. Mateo descubrió que bailar no sólo era divertido, sino que también era una forma hermosa de compartir momentos con sus seres queridos.

Finalmente, cuando sonó la última canción, Mateo se sintió feliz y orgulloso.

"¿Pueden venir a bailarme todos los sábados, por favor?" preguntó con emoción.

"¡Claro, hijo! ¡Mientras haya música, siempre habrá tiempo para bailar juntos!" le respondieron al unísono su abuela y su abuelo.

Y así, Mateo aprendió que lo importante no era si era perfecto bailando, sino disfrutar de la compañía de sus abuelos y la hermosa música de los 80. Desde ese día, cada sábado se convirtió en un día de baile en familia, donde el tiempo no importaba y las risas flotaban en el aire.

FIN.

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