El Baile Mágico de la Cumbia



En un colorido pueblito de Colombia, donde las flores son más brillantes y los pájaros cantan al amanecer, vivía una pequeña niña llamada Valentina. Valentina soñaba con bailar cumbia, pero no sabía cómo hacerlo. Un día, decidió salir a buscar ayuda.

Mientras caminaba por el mercado, escuchó unos sonidos alegres que venían de la plaza. "¡Oh! ¿Qué será eso?" se preguntó. Al acercarse, vio a un grupo de niños bailando al ritmo de la cumbia. Valentina sintió que sus pies se movían solos.

"¡Bailar! ¡Bailar!" gritó Valentina, moviendo sus brazos al compás de la música.

Uno de los niños, llamado Andrés, notó su entusiasmo y se acercó.

"¡Hola! ¿Quieres aprender a bailar cumbia?" le preguntó.

"¡Sí! ¡Por favor!" respondió Valentina emocionada.

Andrés tomó la mano de Valentina y juntos se pusieron a bailar.

"Primero, con los pies, ¡así!" dijo Andrés moviendo un pie hacia el lado.

"¡Oh! ¡Me gusta!" gritó Valentina mientras intentaba imitarlo. Al hacerlo, casi pierde el equilibrio, pero se rió y se estabilizó.

"Ahora, agrega las manos. ¡Haz así!" le mostró Andrés, levantando el brazo en el aire.

Valentina levantó sus brazos también, creando una explosión de risas cuando todos se dieron cuenta de lo divertido que era. Pronto, varios niños alrededor comenzaron a unirse a ellos.

"¡Hagamos un círculo!" propuso Valentina.

Y así, se formó un gran círculo con todos los niños. La música sonaba más fuerte, y la cumbia parecía tener vida propia. Valentina, llena de alegría, comenzó a girar,

"¡Miren! ¡Soy una estrella!" gritó feliz.

Pero, de repente, un perrito que pasaba por allí se metió en el círculo y comenzó a ladrar al ritmo de la música. Todos los niños se rieron a carcajadas.

"¡Es el perrito de cumbia!" exclamó Valentina, y todos lo imitaron, moviendo sus pies como si fueran perritos.

Luego, el abuelo de Valentina apareció con una guitarra.

"¿Por qué no hacemos una banda?" preguntó con una sonrisa.

"¡Sí!" gritó Andrés.

Valentina, con una palmada de entusiasmo, dijo:

"Yo puedo tocar el tambor. ¿Alguien puede traer maracas?"

Las risas llenaron la plaza mientras cada niño buscaba un instrumento. En poco tiempo, ya tenían una pequeña banda: Valentina en el tambor, Andrés en la guitarra, y otros niños con maracas, botellas, y hasta un viejo piano.

La música de la cumbia resonó en todo el pueblo. Al escuchar el ritmo, varios adultos comenzaron a salir de sus casas.

"¿Qué pasa?" preguntó una señora.

"¡Estamos haciendo una fiesta de cumbia!" respondió Valentina.

La señora sonrió y se unió. Pronto, más vecinos y amigos se acercaron. Valentina se dio cuenta de que el poder de la cumbia había unido a todos.

"¡Sigamos bailando todos juntos!" animó Valentina.

La plaza se llenó de risas, música y alegría. Todos aprendieron que bailar cumbia no solo era divertido, sino que también podía conectar a la gente.

En la fiesta, Valentina tomó la mano de Andrés y le dijo:

"¡Gracias por ayudarme a bailar!"

"¡De nada! Ahora todos somos bailarines de cumbia juntos."

Esa noche, las estrellas brillaban con más fuerza, y en el aire se sentía que la cumbia ya no era solo un baile, sino la música que unía corazones.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!