El Baile Olvidado de Pino Suárez



En el pintoresco pueblo de Pino Suárez, la gente solía hablar de sus tradiciones con una mezcla de nostalgia y alegría. Cada año, cuando se acercaba la fiesta patronal, todos recordaban los mágicos bailes que alegraban las noches. Pero con el paso del tiempo, las cosas habían cambiado.

Una pequeña niña llamada Luna, con una curiosidad inquebrantable, escuchaba atenta las historias que su abuela le contaba. Su abuela, Doña Clara, siempre decía: "Cuando yo era joven, el baile era el alma de la fiesta. Todos en el pueblo nos reuníamos, reíamos y danzábamos hasta que el sol salía."

Luna se sentía triste al escuchar que esa costumbre se estaba perdiendo. Este año, la fiesta se había planeado con una inauguración de juegos y comida, pero no había señales de un baile. Luna decidió que algo debía hacerse.

Una cálida tarde, mientras paseaba por la plaza del pueblo, Luna vio a sus amigos jugando a la pelota y le gritó: "¡Chicos! ¡Vengan, tengo una idea!"

Sus amigos, Valen y Sofía, se acercaron. "¿Qué pasa, Luna?" - preguntó Valen, mientras se secaba el sudor de la frente.

"Quiero que hagamos un baile en la fiesta patronal. ¡Quiero que todos recuerden lo divertido que era!"

Sofía miró a Luna con determinación. "Eso suena genial, pero ¿cómo lo organizamos? No creo que muchos quieran participar."

"Los convenceremos. ¡Vamos a hablar con todos!" - respondió Luna con una sonrisa.

Así, los tres amigos comenzaron a recorrer el pueblo, hablando con los vecinos. Se encontraron con el anciano Don Tomás, quien también recordaba aquellos días de baile. "Claro que sí, muchachos. Sería hermoso volver a vivir eso. ¡Yo puedo traer mis viejos instrumentos!"

Emocionados, Luna, Valen y Sofía siguieron cruzando palabras y corazones. Hablaron con las familias, los jóvenes, y todos comenzaron a entusiasmarse con la idea.

La semana antes de la fiesta, el pueblo se llenó de movimiento. La gente empezó a asistir a ensayos de baile en la plaza, con ayuda de Doña Clara que enseñaba pasos tradicionales. "Recuerden, el baile no es solo mover los pies, es compartir sonrisas y alegría entre todos", les decía con amor.

Finalmente, llegó el día de la fiesta patronal. El aire estaba cargado de emoción. Luna, vestida de colores vibrantes, tomó la mano de sus amigos. "¡Hoy será mágico!"

La plaza estaba decorada, y al caer la noche, la música comenzó a sonar. Luna miró a su alrededor y vio a todos participando, a los amigos riendo y a las familias bailando juntas. Don Tomás empezó a tocar su guitarra, y los antiguos pasos de baile comenzaron a resonar.

Los rostros de los vecinos estaban iluminados por la felicidad. "¡Vengan, todos a bailar!" - gritó Luna con todas sus fuerzas.

Una tras otra, las personas se unieron, llenando la plaza de vida, luz y alegría. "¿Ves, Sofía? ¡Lo logramos!" - exclamó Luna, mientras giraba en la pista.

Las horas pasaron volando, y los diálogos de risas se mezclaban con la melodía. A medianoche, cuando el último acorde sonó, todo el pueblo aplaudió con fuerza.

Doña Clara, con lágrimas de orgullo en los ojos, tomó la mano de Luna y dijo: "Gracias, pequeña. Has logrado devolvernos una parte de nuestra esencia. ¡El baile nunca debió ser olvidado!"

Luna sonrió, comprendiendo que había despertado una tradición que muchos pensaban que se había perdido. Desde entonces, el baile se convirtió en una parte esencial de la fiesta patronal de Pino Suárez, y cada año, todos esperaban con ansias esa noche mágica donde la música y la alegría llenaban el aire.

Y así, en un rincón del mundo, el espíritu de la fiesta se volvió a encender, todo gracias a una niña con un gran sueño y a amigos dispuestos a hacer historia.

Y cada vez que alguien decía "¡a bailar!", Luna, Valen y Sofía sonreían, sabiendo que habían conservado un pedacito del alma de Pino Suárez.

FIN.

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