El Bañado de la Eternidad



En un pequeño pueblo, donde la luna brillaba como un faro en las noches de verano, vivían dos seres excepcionales: la dulce Flor y el valiente León. Cada día, después de la escuela, se encontraba en un rincón del jardín del abuelo de Flor, donde crecían las flores más bellas y las mariposas daban vueltas en el aire.

Un día, mientras jugaban a atrapar mariposas, León le dijo a Flor:

"¿Te gustaría ir al Bañado de la Eternidad?"

"¿El lugar donde el río se encuentra con los sueños?" preguntó Flor, con sus ojos brillando de emoción.

León asintió con determinación:

"Sí, dicen que quien se baña allí siempre recuerda los momentos felices".

Con sus corazones llenos de alegría, decidieron aventurarse juntos al Bañado. Tras una larga caminata, llegaron a un lugar mágico donde el agua era tan clara que se podía ver el fondo lleno de piedras de colores. Se miraron, sin decir una palabra, y se lanzaron al agua. Al salir, comenzaron a reír, sintiéndose más unidos que nunca.

Al caer la tarde, León tomó la mano de Flor y le dijo:

"Siempre querré recordarte, cada vez que mire el cielo".

"Y yo siempre pensare en nosotros cada vez que vea una mariposa" respondió Flor, sonriendo.

Sin embargo, al regresar a casa, una tormenta inesperada se desató. León, intentando proteger a Flor, se adelantó y fue arrastrado por la corriente del río. Flor, desesperada, gritó su nombre:

"¡León!"

Pero el viento se llevó sus palabras.

El pueblo entonó lamentos mientras buscaban a León, pero días pasaron y no había rastro de él. Flor, con el corazón roto, cada mañana iba al mismo lugar donde jugaron, esperando que regresara. En sus días tristes, cada vez que veía a una mariposa, recordaba aquella promesa.

Pasaron los años y aunque nunca olvidó a León, Flor aprendió a seguir adelante con su vida, compartiendo su historia y recordando la belleza de aquellos días juntos. Se convirtió en una mujer sabia, enseñando a las nuevas generaciones sobre el valor del amor y la importancia de los recuerdos.

Finalmente, un día, Flor llevó a sus propios hijos al jardín del abuelo.

"Aquí fue donde conocí a alguien muy especial", les contó. "El amor puede ser efímero, pero siempre deja un recuerdo maravilloso".

Así, aunque en su corazón había tristeza, el mensaje de amor perduraba, como las flores que florecerían una y otra vez, recordando la conexión especial que unía a Flor y León en aquel mágico Bañado.

Y aunque vivieron en tiempos distintos, su amor fue como una mariposa que jamás dejó de volar, llevando su mensaje: nunca se debe olvidar lo que se ama.

FIN.

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