El banco mágico del parque



Había una vez un niño llamado Tomás que vivía cerca de un hermoso parque.

Todos los fines de semana, Tomás iba al parque con mucha ilusión, pero no solo para jugar y divertirse, sino también porque había algo muy especial que esperaba encontrar allí. Un día soleado de primavera, mientras caminaba hacia el parque, Tomás se encontró con su amiga Sofía. Ella le preguntó: "¿A dónde vas tan emocionado, Tomás?".

"Voy al parque porque todos los fines de semana espero poder verte", respondió Tomás con una sonrisa en el rostro.

Sofía quedó sorprendida por la respuesta y decidió acompañar a Tomás al parque para descubrir qué era eso tan especial que él esperaba ver cada fin de semana. Cuando llegaron al parque, se dieron cuenta de que estaba lleno de gente disfrutando del sol y jugando en los columpios. Pero a pesar del bullicio y la diversión, había algo más que capturaba la atención de Tomás.

"Mira Sofía", dijo señalando hacia un rincón apartado del parque donde había un banco vacío bajo un árbol frondoso. "Es ahí donde lo veo". Sofía miró atentamente pero solo vio el banco vacío.

Curiosa, le preguntó a Tomás qué era lo que veía exactamente. "Cada fin de semana", comenzó a explicar Tomás emocionado, "veo cómo las personas se sientan en ese banco y conversan entre sí. Algunos están riendo y otros parecen estar tristes.

Pero siempre hay alguien dispuesto a escuchar y compartir". Sofía quedó pensativa ante las palabras de Tomás y decidió que debían acercarse al banco para descubrir qué era lo que hacía tan especial a ese lugar.

Cuando se acercaron, vieron a un señor mayor sentado en el banco. Su rostro reflejaba tristeza, pero cuando notó la presencia de los niños, les sonrió amablemente. "¿Qué hacen ustedes por aquí?", preguntó el señor con curiosidad.

Tomás y Sofía le contaron cómo siempre iban al parque esperando ver algo especial, y que habían notado que aquel banco tenía algo mágico.

El señor sonrió nuevamente y les dijo: "Este banco es especial porque aquí las personas pueden sentarse para hablar sobre sus alegrías o preocupaciones. Yo también venía aquí todos los fines de semana hasta que mis amigos se mudaron lejos. Ahora me siento solo". Los ojos de Tomás se iluminaron con una idea brillante.

"¡Podemos ser tus nuevos amigos!", exclamó emocionado. El señor no podía creer su suerte, tener dos nuevos amigos tan amables como Tomás y Sofía era justo lo que necesitaba para sentirse acompañado nuevamente.

A partir de ese día, los tres se encontraban en el parque cada fin de semana. Compartían risas, historias e incluso algunas lágrimas cuando alguien necesitaba desahogarse. Juntos demostraron que la verdadera magia del banco no estaba en él mismo, sino en la amistad y la comprensión entre personas.

Con el tiempo, más personas comenzaron a unirse a ellos en el banco mágico, y el parque se convirtió en un lugar lleno de alegría y solidaridad.

Tomás, Sofía y el señor mayor demostraron que la amistad puede encontrarse en los lugares más inesperados. Y así, cada fin de semana, el banco bajo el árbol frondoso del parque se convertía en un refugio para aquellos que necesitaban compañía y una escucha atenta.

Y así fue como Tomás aprendió que no importa cuán pequeños seamos, siempre podemos hacer una gran diferencia en la vida de alguien simplemente estando allí para ellos.

FIN.

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