El Baño del Espíritu
En una pequeña aldea del Amazonas, vivía Yara, una niña curiosa que amaba observar la selva. Su corazón latía fuerte cada vez que escuchaba los sonidos de la naturaleza: el murmullo del río, el canto de los pájaros y el crujir de las hojas debajo de sus pies descalzos. Un día soleado, mientras jugaba cerca del río, notó algo inusual en la orilla.
Se acercó sigilosamente y vio a los ancianos de la tribu reunidos en círculo, con sus vestimentas coloridas y sonrisas llenas de sabiduría. En el centro del círculo, un bebé recién nacido estaba envuelto en una manta blanquísima. Yara, con ojos como platos, se quedó observando.
"¿Qué están haciendo, abuelos?" - preguntó, saltando al interior del círculo.
Los ancianos sonrieron con ternura, pues sabían que la curiosidad de Yara siempre los sorprendía.
"Estamos realizando el 'baño del espíritu', querida Yara" - respondió el abuelo Amaru, el más anciano de la tribu. "Esta ceremonia es una forma de dar la bienvenida al nuevo miembro de nuestra comunidad. En ella, el bebé recibe el amor y la protección de la selva."
Yara escuchó atentamente. Sabía que cada árbol, cada animal, y cada río tenían un significado especial, pero nunca había pensado que esto también se aplicaba a los recién nacidos.
"¿Puedo ayudar?" - preguntó Yara, emocionada.
Los ancianos se miraron entre sí, y luego el abuelo Amaru asintió.
"Claro, pequeña. Pero debes recordar que es un momento sagrado. Debes ser respetuosa y escuchar a la naturaleza."
Yara asintió con la cabeza, llena de entusiasmo. Se acercó al bebé, quien todavía no estaba despierto, y le acarició suavemente la frente.
Momentos después, los ancianos comenzaron a cantar en un idioma antiguo, mientras sumergían al bebé en un pequeño cuenco de agua fresca del río. La luz del sol brillaba en el agua, y Yara sintió una conexión mágica entre el bebé y la selva.
De repente, un pájaro colorido se posó sobre una rama cercana, y comenzó a cantar una melodía que acompañaba a la ceremonia. Yara sintió que todo el bosque, con sus sonidos y colores, estaba celebrando la vida del pequeño.
"Esto es increíble, abuelos!" - exclamó.
Sin embargo, en medio de la ceremonia, una nube oscura cubrió el sol, y la selva comenzó a susurrar como si estuviera preocupada. Yara notó que el río, normalmente claro, empezó a agitarse, y el agua se volvió turbia.
"¿Qué significa esto?" - preguntó, preocupada.
"La selva está hablando, Yara. A veces, susurra advertencias" - respondió la abuela Nuna, quien siempre había sido la más cercana a la naturaleza. "Debemos prestar atención."
De repente, un rayo iluminó el cielo, y un fuerte viento comenzó a soplar. Los ancianos miraron hacia el río.
"El río se está desbordando. Debemos actuar rápido para proteger al pueblo!" - dijo el abuelo Amaru con urgencia.
Yara, sintiendo que tenía que hacer algo, recordó cómo los animales se mueven en armonía para afrontar los desafíos. Corrió al lado de los ancianos y les dijo:
"¡Podemos construir barricadas con troncos y ramas! Si todos ayudamos, podremos desviar el agua."
Los ancianos miraron a la niña con admiración.
"Sabias palabras, Yara. Vamos a trabajar juntos!" - respondió la abuela Nuna, sonriendo.
Así, con un propósito claro, todos los miembros de la aldea se unieron. Yara, con la ayuda de los ancianos, guió a los niños en la recolección de materiales, mientras los adultos trabajaban en la construcción de muros de contención.
Con cada toscón colocado y cada rama atada, la comunidad se unía más, y la selva parecía alentar su esfuerzo, recuperando su calma a medida que el cielo se despejaba poco a poco.
Finalmente, después de muchas horas, lograron construir una barrera que desvió la mayor parte del agua que amenazaba la aldea. Exhaustos pero triunfantes, todos se reunieron para celebrar.
"Gracias, Yara, por tu valentía y por recordarnos que juntos somos más fuertes" - dijo el abuelo Amaru, mientras abrazaba a la niña con cariño.
Yara sonrió, mientras el bebé recién nacido, que había sido el centro de atención, despertaba y reía ante el calor de la tribu. La ceremonia de bienvenida había sido un éxito, y la aldea había superado un gran desafío gracias al trabajo en equipo.
A partir de aquel día, Yara no sólo fue vista como una niña curiosa, sino como una pequeña líder que había ayudado a su comunidad a escuchar a la selva y a proteger lo que amaban. Y así, los ancianos le enseñaron más sobre la selva y sus secretos, mientras ella continuaba explorando con la misma alegría y curiosidad de siempre.
FIN.