El Baño Mágico de Rosita
Era un día soleado en la escuela primaria San Martín. Los chicos jugaban en el recreo mientras Rosita, una nena de 7 años, decidió que era el momento perfecto para llevar a su primita Ania, de solo 3 años, al baño.
"¡Vamos, Ania! Te voy a mostrar algo muy importante", le dijo Rosita con una sonrisa. Ania, con sus ojos grandes y brillantes, la siguió emocionada, sin saber lo que le esperaba.
Al llegar al baño, Rosita le explicó a Ania que había algunas reglas que todos debían seguir para que el lugar estuviera siempre limpio y ordenado.
"Mirá, Ania. En el baño, debemos esperar nuestro turno. No se puede hacer ruido porque hay otros chicos que pueden estar usando los inodoros", dijo Rosita mientras lavaba sus manos.
Ania asintió, imitando a su primita.
"¿Y qué más?", preguntó con curiosidad.
Rosita pensó un segundo y luego dijo:
"También es importante tirar la basura en el cesto. No podemos dejar papeles en el suelo porque eso no es respetuoso. A nadie le gusta tener que limpiar después de otros".
Justo cuando estaban a punto de irse, escucharon un ruido extraño proveniente de uno de los cubículos.
"¿Qué fue eso?", preguntó Ania con un tono preocupado.
Rosita miró hacia el cubículo y, con valentía, acercó su mano a la puerta.
"Espera, Ania. Voy a chequear".
Al abrir la puerta, se encontró con un compañero de la escuela, Tomás, que había derramado agua en el suelo mientras trataba de lavarse las manos.
"¿Tomás? ¿Qué hiciste?", preguntó Rosita, sorprendida.
"¡Lo siento, Rosita! Me emocioné y no vi que me estaba salpicando. No quería hacer lío", se disculpó Tomás, con cara de preocupación.
Rosita, en lugar de enojarse, le sonrió y dijo:
"Está bien, Tomás. Pero es importante tener cuidado. Este es un lugar que todos usamos y necesitamos mantenerlo limpio.
Ania, que había estado escuchando atentamente, decidió intervenir.
"Sí, Tomás. Si lo limpiamos juntos, nadie se va a enojar. Todos podemos ayudar".
Tomás sonrió al escuchar a la pequeña Ania.
"Tenés razón, Ania. Vamos a limpiarlo juntos".
Las tres de ellos se pusieron a recoger los papeles del suelo y a secar el agua que había quedado derramada. Luego, Tomás dijo:
"Gracias, Rosita y Ania. Aprendí que es mejor pedir ayuda que hacer un lío".
Rosita, contenta por la actitud de su compañerito, dijo:
"Así se habla, Tomás. En la escuela todos somos amigos y debemos cuidarnos unos a otros, ¡especialmente en lugares como este!"
Cuando terminaron de limpiar, decidieron irse. Ania le miró a su primita con admiración.
"¡Eres una gran maestra, Rosita!".
"Gracias, Ania. A veces, hasta los más grandes pueden aprender de los más chiquitos. Juntos somos más fuertes".
Así, las tres personas se fueron del baño. A partir de ese día, Rosita y Ania se comprometieron a seguir enseñando a otros sobre el gran respeto hacia el baño y sus compañeros. Y Tomás nunca olvidó que en la escuela todos estaban para ayudarse.
Y desde entonces, el baño de la escuela San Martín se convirtió en un lugar más limpio y respetuoso, gracias a la pequeña clase impartida por Rosita, Ania y Tomás.
FIN.